jueves, 26 de septiembre de 2019

LA CRÈME DE LA CREMA

- ¿Entonces? ¿La crema depilatoria esa que me dijiste vale para cualquier parte, aunque no sea específica?
- Pues claro, tío. ¡Jaja! ¿Qué quieres? ¿Echártela en los huevos?
- Pues sí me gustaría, maja, pero me da cosa...
- ¿Por qué?
- ¿No quema?
- ¡Buah! Qué va a quemar... Yo me la echo en el coño y no pasa nada.
- Me parece muy bien, pero me sigue dando canguelo, a esa zona mía la tengo yo especial aprecio...
- A ver, te propongo una cosa... ¿quieres que te la de yo, en serio, y así estás más tranquilo? Somos amigos, ¿no?, y tampoco es un crimen. Es qué no sea que te falle el pulso y te la des donde no es, ¡Jajajajaja!
- Pues si eres tan amable...
- ¡Jaja! ¿Sí?
- Como que te lo agradecería, sí.
- Venga, va, voy a por ella.

Creyó que era un farol, pero cuando ella regresó al salón sonriéndole desafiantemente y con la crema depilatoria de la mano no supo qué pensar, aquello tenía más pinta de órdago que de otra cosa, "ésta quiere que yo me jiñe y reírse a mi cuenta una semana, ésta ya me la sé yo."

- Bueno, te tendrás que bajar la ropita, ¿no, bebé?, ¿o te doy la cremita por encima del pantalón?
- Ahora mismo, claro, pero con una condición...
- A ver... ¿Cual?
- Qué después te la doy yo a ti.
- ¿Y a ti quién te ha dicho que yo ahora lo necesite?
- ¿Y lo necesitas?
- Pues mira, mañana o pasado lo iba a hacer.
- ...
- Vale. Hecho.

Sin tener del todo claro lo que iba a suceder se despojó de las chanclas, de las bermudas, e hizo amago de bajarse el bóxer cuando percibió que estaba a media erección, azorado dudó un segundo, se dijo "¡qué hostias!" y siguió adelante, hasta quedar completamente desnudo de cintura para abajo ante ella, la cual, sin mirarle a la cara, le indicó que se sentase e, inclinándose hacia él, comenzó a agitar el bote de la crema.
Ahí ya no había media erección que valiese. En cuanto notó la mano de ella extender el unte por su escroto aquello se puso como el cuello un cantaor. Sofocado, intentó no establecer contacto visual con ella, por corte, por zozobra, solo observaba las pausadas evoluciones de aquella mano sobre la zona a tratar, escroto, pubis, pene, todo ello, la aplicación, con una demora, un regodeo y una dedicación minuciosa a cada una de las partes que consiguió, además, acompasar su agitada respiración a las indisimulables palpitaciones de su glande. Al ver aparecer por éste cada vez más flujo preseminal -chispeaba pero bien- casi agradeció el que ella le dijese que había terminado porque notaba que un momento más y lo ponía todo perdido.

- Ahora tú, ¿no?

Asintió ella, con una expresión ambigua en el rostro que él no fue capaz de descifrar, ¿timidez? ¿deseo? ¿qué?, y yo qué sé, se sentó, levantó el culo para quitarse el short y el tanga y, una vez hecho esto, apoyó también los pies en el asiento, flexionando para ello casi completamente las rodillas, y abrió las piernas.
Pues ahí estaba. Ahora era cuestión que no notase ella lo que le temblaba el pulso y que enviaba al garete toda sensación de seguridad, a lo cual no ayudó el que se le cayese al suelo la crema por dos veces al intentar echársela en la mano, conseguido esto la siguiente tarea consistía en aplicar.
En cuanto posó su mano ella respondió con una oleada de perfume. Él siempre intuyó que todo el asunto éste de la atracción tenía más que ver con el olfato que con cualquier otro sentido, y aquello se lo corroboraba, aunque ella siempre le había parecido muy guapa, con muy buen cuerpo y todas esas cosas, pero ese olor... joder...

Aplicó, y aplicadamente, además. Se le iba el dedo solito, pero se cuidó de que no se le fuera al lío. Seguía sin atreverse a mirarla a los ojos, toda su atención estaba fijada en aquel olor, en su vientre, en su vulva de chica buena y mala, en no acercar demasiado la mano, en acercar él la cara, pero no se decidía; el sonido y el ritmo de la respiración de ella parecía decirle que sí, pero ¿y si no?

- Ahora tenemos que esperar unos diez minutos antes de lavarnos para que esto trabaje -le dijo a él-
- ¿Sí? Bueno, pues vale.

Cada uno se apoyó en uno de los brazos del sofá y con las piernas abiertas para no pringarse la cara interna de los muslos, frente a frente, sin decir palabra, mirándose. Los ojos de él la recorrían de arriba a abajo. Los de ella le hacían lo mismo a él. Ninguna de las respiraciones era tranquila. Cuando se encontraban las miradas permanecían fijas más de lo debido.

- Joder, tía, esto quema un poco. ¿Eso es normal?
- Tranquilo... -le contestó, acercándose a él- ...a lo mejor, si soplo un poco... ...ffffffffffffffff... ...¿mejor?...
- ...ufff...
- ...espera... ...se me ha ocurrido que mejor será esto... -continuó diciendo ella, mientras su cabeza bajaba lentamente...-

BIP-BIP. BIP-BIP. BIP-BIP. BIP-BIP. No tenía otro puto momento la alarma del móvil para ponerse a sonar y despertarle, no. Podía haber sonado veinte minutos más tarde, o habérsele agotado la batería, o haberse escojonao, pero no, de eso nada, nanai, nasti de plasti. El cabrón de él había vuelto a ser certero. Su puta madre.

Aquella mañana todos cuantos se cruzaron con nuestro héroe pudieron contemplar a un hombre encabronado.

Félix García Fradejas
Septiembre 2019