lunes, 26 de octubre de 2020

Dudas metafísicas

 - Vamos a ver... ¿por qué tenemos esa idea del más allá como de algo relacionado siempre con paraísos, infiernos, dioses, serafines y todos ahí dándolo todo, por qué? ¿quién te dice a ti que lo que haya después de la muerte no sea un viajar constante por nuestros propios recuerdos, por todo lo que tenemos almacenado en la memoria?, la memoria no es algo material, no es algo físico, ¿no?, es como la mente, es algo intangible, no se destruye... ¿quién nos dice que no pueda ser así, que no revivamos nuestra propia vida una y otra vez?
- Joder, pues no sé...
- Y es más... ¿quién nos dice que ahora mismo no estemos ya muertos, que esta realidad que percibimos no sea una ilusión, que estemos reviviéndola desde eso que llamamos más allá?
- Coño, pues porque si estuviésemos ya muertos no podrías hacer ese razonamiento...
- ¡Ah! ¡Caíste, planteamiento incorrecto! ¿Y si ese razonamiento le hicimos vivos hace quinientos años? ¿Eh? ¿No damos por sentado que ahora estamos vivos y estamos hablando de esto? ¿Por qué no puede ser que dentro de quinientos años no revivamos de nuevo este momento? ¿Por qué no puede ser que este momento en realidad se produjera hace quinientos años y ahora sea la octava o la novena vez que le revivamos, siempre con la misma capacidad de sorpresa porque lo que no pueda recordarse es que ya hemos pasado por aquí tantas y tantas veces, porque al comenzar cada ciclo, que siempre es el mismo, empezásemos desde cero? Joder, el déjà vu, la sensación de familiaridad, ya sabes, cuando te pasa algo y dices "esto ya lo he vivido yo", ¿quién nos dice que no es un fallo de sistema? ¿no podría ser todo esto que te digo eso a lo que llamamos la eternidad, eh, el eterno retorno a la existencia física que solo una vez tuvimos? Toma, pilla.
- ¿Y así infinitamente?
- Bueno, técnicamente tampoco podríamos hablar de infinito, porque el infinito no puede tener un punto de partida, si no sería finito, ¿no? Una línea infinita no tiene ni principio ni final, si arranca desde un punto concreto ya no es infinita, lógico, así que "infinitamente" no sería el término correcto...
- Ya...
- Y otra cosa, de igual modo que reviviríamos nuestra vida despiertos también volveríamos a revivir todos los sueños que hayamos tenido, todos, y esto me lleva a otro tema: ¿y si tenemos una percepción inversa de la realidad? ¿y si lo que creemos que es sueño es vigilia y lo que creemos que es vigilia es sueño? ¿me sigues? o voy más allá aún: ¿y si quienes también estamos siendo soñados somos nosotros?
- ¿Ein?
- Sí, mira, tú sueñas con gente que conoces y con gente que no conoces, que a lo mejor has creado tú en ese sueño, ¿no?, pues entonces quien te dice a ti que tú mismo, y yo, y todo lo que vemos, no este siendo creado por alguien que ahora mismo, en este momento, esté soñando, ¿eh?
-¿Tantos años se iba a pasar soñando? Venga venga...
- Pero es que esa es tú percepción del tiempo, ¿por qué tendría que ser objetiva? ¿y por qué tenemos que relacionar todos los hechos como cometidos por alguien situado en nuestro mismo plano existencial? ¿por qué tendríamos que ser soñados por un hombre o una mujer tal y como nosotros los conocemos? ¿o por qué, de ser así, no podríamos estar soñados a intervalos, en capítulos, como quien dice, y eso nos diera esta sensación de seguir una narrativa lineal con su pasado, presente y futuro? ¿y los sueños que tenemos nosotros serían soñados por nosotros o por quien nos sueña? ¿y esos sueños derivarían en alguien que está a su vez soñando? ¿soñando que sueña? ¿y nuestro soñador? ¿no podría ser a su vez soñado? Trae.
- Entonces me estás diciendo que la existencia la podríamos percibir de modo inverso a como realmente es, el sueño vigilia y la vigilia sueño, y que este momento podría no ser sino el producto del sueño de alguien o algo, de un ente no sabemos en que plano existencial, si físico o cual, quien podría tal vez haber muerto hace cientos, miles o millones de años, que ahora estaría revisitando por enésima vez su existencia material, ¿no?
- Pues sí, más o menos esa es la idea, sí. Ten, pilla.
- Ya... Oye, está bueno el costo éste, eh...
- Joder qué sí...
- ¿Nos hacemos otro?
- Enga...

 

Félix García Fradejas.

Octubre 2020. 

jueves, 1 de octubre de 2020

Lucia

 La mañana era clara, la luz atravesaba con fuerza el cristal de la ventana y aquel doctor joven siempre la dedicaba una sonrisa que la tranquilizaba.

- ¿Que tal se encuentra hoy, Lucia? Mejor, ¿verdad?
- Bien, hijo, mucho mejor.
- La vamos a dar el alta ya, ¿lo sabía?
- Ay, hijo, gracias a Dios. que largo se me ha hecho...
- Nada, nada, no se queje usted tanto, Lucia, que aquí la hemos tratado muy bien...

Se incorporó y le dio dos besos al medico que le hicieron volver a sonreír. Jacinto, su marido, que estaba en pie a su lado, le dio un apretón de manos acompañado de una sonrisa franca y paternal y se despidieron.
Cruzaron el vestíbulo del hospital, ella del brazo de él, que a su vez se apoyaba en su sempiterno bastón, despacio y felices. Fuera, ya en la calle, entrecerraron ambos los ojos por la luminosidad del día y volvieron a sonreír agradeciendo el aire fresco, la gente paseando, algún niño preguntando cosas de la mano de su madre...

Despertó. La maquina que tenía al lado de su cama de vez en cuando hacía un ruido que la sobresaltaba. Vio por la ventana que aún era de noche, pero el respirador la dañaba la garganta y no la era sencillo volver a coger el sueño. Tenía los pies fríos, se frotó el uno con el otro y notó las durezas en sus talones; en cuanto volviese a casa le diría a Jacinto que se las quitase y que se dejase de tanto periódico y de tanta tele, por Dios, y también que se decidiese ya de una vez a ir con ella a comprarse el traje, que se les metía encima la boda de su nieto y todavía veía que tendrían que ir como siempre a comprarlo a última hora, qué gandulazo este hombre, por Dios.

- Vamos, Jacin, échame una pieza...
- Pero mujer, que acabamos de comer...
- ¡Venga, levanta, no seas sosín!
- Ayyy...

La orquesta tocó aquel pasodoble que bailaban ellos en su juventud, cuando novios. Recostó la cabeza en el pecho de su marido, en el centro de la pista, que había que ver lo poco que le dolía la pierna cuando llevaba dos vasos de vino, y guiñó un ojo a su nieto, que bailaba a su lado con su novia, bueno, ya su mujer, que guapa era. Había sido una buena idea celebrar su boda en aquel lugar en el campo, al aire libre. Olía a tomillo, al riachuelo que por allí cerca pasaba, a romero, a alhucema, y además el tarugo de su yerno ya estaba chispa y cantando bobadas y se ponía muy gracioso siempre que le daba por ahí.   

Otra vez ese sueño. Despertaba más desasosegada cuando soñaba con la boda de su nieto que cuando lo hacía con que la daban el alta, qué cosas. Era ya mucho tiempo allí metida, cinco semanas, y sin poder recibir visitas, ni de su marido, ni de su hija ni de su nieto. ¿Es que no se podía hacer algo para verlos? ¿Tan contagioso era aquello? Las enfermeras que entraban la decían que todo iba a salir bien, que no se preocupase, pero ella quería ver a los suyos, coño. Por el pasillo se oían pasos aún a esas horas pero eso a ella no la molestaba. Y oye, lo guapo que estaba su Jacin tan peinado y con el traje nuevo... Miró otra vez hacia la ventana, parecía que comenzaba a clarear...

La mañana era clara, la luz atravesaba con fuerza el cristal de la ventana y aquel doctor joven volvió a sonreírla con ternura, como siempre, se acercó a ella, la cerró los ojos y la cubrió con la sabana como ocho días atrás había hecho con su marido, miró un momento al suelo, levantó la vista y le dio instrucciones al celador.

 

Félix García Fradejas.

Octubre 2020.