jueves, 20 de octubre de 2011

CIUDAD

-Mama… Te tengo que decir una cosa… ¡Quiero ser psicópata!
-dijo Lita con muchísima emoción.
-¿Cuál, hija…? Es que no te he entendido.
-¡Que quiero ser psicópata! -repitió.
-¡¿Pero que dices?! ¡¿Tu te has vuelto loca o que?! ¡Si te oye tu
padre te pega dos hostias…! -la mama de Lita se había puesto
histérica.
-¡¿Pero por que?! ¡Nadie me comprende! -contesto Lita
llorando- ¡Os habéis vuelto todos locos!
Lita tenia dieciséis años. En realidad se llamaba Obdulia, pero
todo el mundo la llamaba Lita porque dirigirse a ella por su
verdadero nombre no era plan. Desde muy pequeña se había
aficionado a los psicothrillers. “Henry. Retrato de un asesino”
y “El silencio de los corderos” eran sus películas de cabecera, y
ahora ella había decidido emular a sus héroes. Esta claro que
los psicópatas siempre han tenido un morboso poder de
fascinación sobre la gente. Se podría decir que son los únicos
¿humanos? totalmente libres, ajenos por completo a cualquier
ley, excepto, tal vez, las de su propia locura. Pero de ahí a
querer ser uno de ellos… Una cosa es una broma y otra cagar
en un portal. Y Obdulita quería cagar en el portal con todas sus
ganas.
-¡Te he dicho mil veces que no te tragues esas películas, que te
van a sorber el seso! ¡Y mira! -la seguía chillando su madre.
-¡Vete a la mierda! ¡Me voy de casa! ¡Y cuando me convierta
en la psicópata mas famosa del mundo voy a venir a por ti!
-¡Anda maja. Que te den tila! -la contesto su madre, que ya la
había visto irse de casa veintidós veces en lo que iba de año,
por lo que no se lo tomo muy a la tremenda.
¡BLOMP! Portazo. Lita bajo las escaleras y salio a la calle,
decidida a hacer realidad su sueño. Ya allí, cayo en un detalle,
“¿Y como me los cargo?”, porque, dadas las circunstancias,
había salido de casa con lo puesto -un pantalón de chándal,
unas playeras, una camiseta de Enrique Iglesias, el reloj…- y
claro, así no había manera de liquidar a nadie con un mínimo
de seriedad, así que se dio la vuelta y otra vez pa’rriba.
En el portal saludo a Don Cosme, su vecino, un falangista de
los de toda la vida que se pasaba el día pidiendo la pena de
muerte para los ateos por carecer estos, según el, de los valores
cristianos imprescindibles para el buen funcionamiento del
asunto. Lita supuso que ya habría puesto Don Cosme a su
mujer a hacer flexiones, pues es lo que la ordenaba siempre
que el salía a trabajar para no ser el único de la casa que se
jodiese -vivían solos-.
-Buenos días, Don Cosme.
-Buenos días, hija, buenos días. -”¡Me la pones como un canto,
cago en la madre que te parió! ¡Te iba a echar yo un polvo
que… ¡Joder!! Pensaba Don Cosme. Lita tenia dieciséis años
como dieciséis soles.
No iba muy animado esa tarde Don Cosme a trabajar. Había
discutido con su esposa y, como siempre, la diferencia se zanjo
a hostias. Hostias que había dado el, también como siempre.
Fue a la cafetería y pidió el preceptivo cortado. En la
televisión, en un canal digital, estaban echando Gran Hermano,
y en ese momento salía Jorge Berrocal haciendo esas cosas que
el hacia y que tantos momentos de alegría dieron a los
televidentes.
-¡Ahí esta! ¡Si señor! -le decía Don Cosme al joven que se
encontraba a su lado en la barra- ¡Un soldado español! ¡Un
chaval que ha visto en la disciplina, la jerarquía y la
abnegación un modo de vida! ¡Un hombre!
-A mi me parece un bobo los cojones… -contesto sin muchas
ganas el joven.
-¿Qué..?
-Nada. Que le digo que este chico a mi me parece que es un
poquito tonto.
-¡¿Pero que insolencia es esta…?! ¡Este es un hombre con
principios que esta trabajando por su patria! ¿Qué esta
haciendo usted por ella, joven, si puede saberse? ¿A que se
dedica…?
-A nada que le interese. Pero le diré que seguramente haga mas
felices a muchos compatriotas que el tolay ese de la tele…
Adiós muy buenas.
Dicho esto, el joven salio del café y fue hacia su coche. Al
pasar junto al restaurante contiguo, una mujer de mediana edad
que se encontraba en la puerta, de espaldas a la calle, tiro una
colilla encendida hacia atrás, sin mirar; colilla que se estampo
contra la camisa del joven, quemándola. La mujer, al ver esto,
fue rauda hacia el, a echarle una severa bronca. “¡Pero
hombre…! ¡Si es que a ver…! ¡Pasas sin hacer ningún
ruido…! ¿Cómo quieres que sepa si estabas detrás…?” “…no
se preocupe, señora… La próxima vez que la vea procurare
pasar junto a usted dando palmas…” “¡Desde luego…! -se
indigno ella- ¡Que poca vergüenza tiene esta puta juventud…!”
y se dio la media vuelta como una exhalación, volviendo a
entrar en el restaurante; el, por su parte, continuo su camino
hasta llegar a su Volkswagen Polo, monto en el y se dirigió a
su lugar de trabajo.
Héctor -así se llamaba el joven- tenia un problema laboral. Era
actor porno. Y había perdido la libido. A sus veintiocho años
era rarísimo que esto sucediera, es mas, el no conocía a ningún
compañero de profesión, muchos mayores que el, a quien le
ocurriera lo mismo. Llevaba ya un par de años notándolo, pero
últimamente cada vez estaba mas desmotivado a la hora de
ponerse a rodar. “Bueno… -se decía-. Supongo que esto será
pasajero… Tal vez…, si trabajara con Silvia Saint…”
De camino iba escuchando el No Mystery de Return To
Forever. La música era su gran pasión, incluso cantaba en un
grupo: “Héctor Erector y los Pichalegres”, usando su nombre
de guerra en el cine. Practicaban un funk-rock de
connotaciones similares al de Red Hot Chili Peppers, aunque
mas amarranado, y así, entre joder y cantar, pasaba su vida.
Llego al chalet donde estaban rodando. Estaba situado en una
urbanización de lujo y su propietario era Mariano Albieri, el
director con el que solía trabajar Héctor, quien, aun siendo
catalán -el director-, se había puesto este pseudónimo por
afinidad con el gran director de cine porno italiano Mario
Salieri. Al bajar del coche lo primero que vio fue al vecino del
chalet de enfrente, “el pajero de los prismáticos”, como le
llamaba todo el equipo de rodaje porque no se perdía una
filmación apostado en su buhardilla anteojos en ristre, y no
únicamente estos en ristre, en plan francotirador. En cuanto el
vecinito le vio llegar entro zumbando en casa, ya adivinaba
Héctor para que…
A empezar a currar. En el momento en que entro en la casa,
quince minutos tarde, el director dio la orden de acción y al
instante ya estaba su compañero Ronny -un miembro destacado
de la industria- practicando malabarismo cipotoidal con Lulú
Doll, una francesíta rubia platino de ojos preciosos -todos
ellos- y veintidós años de edad. Le correspondía a Héctor
entrar en escena en el papel de marido de Lulú, quien, al pillar
a esta follando con el vendedor de seguros -Ronny-, hace de su
capa un sayo y forma un trío con ellos dos. Entro en plano
Héctor y, fingiendo sorprenderse ante tamaña afrenta, comenzó
a desnudarse. Ya en bolas, y mientras el supuesto vendedor
introducía en la boca de su supuesta esposa una polla que no se
acababa nunca, se dispuso a comerla el coño. La lamió los
labios de abajo a arriba treinta veces, la succiono el clítoris
hasta dejárselo seco, la metió la lengua por la vagina hasta las
trompas de Falopio…, incluso se atraganto con un pelo, cosa
que hacia muchísimo tiempo que no le ocurría porque rara era
la actriz que no iba rasurada…, pero nada. Nada de nada.
Aquello ya no le excitaba en absoluto. No había forma humana
de levantar el garrote que tanta fama le había dado. La miraba a
Lulú mordisquear el glande de su compañero. En un momento
dado y mientras seguía en plena mamada ella le miro fijamente
a los ojos y esbozo un intento de sonrisa…; en otros tiempos
esto habría sido mas que suficiente para ponerle al borde de la
eyaculación, y de hecho noto que se le levantaba algo, pero no
lo necesario. Aprovecho y se la llevo a ella a la boca, Lulú
podía perfectamente comerse dos pollas de un golpe, pero,
dadas las circunstancias, el contraste entre el cimbel de su
colega y su en ese momento pizarrín era ridículo.
-¡Corten! -grito Mariano. Se oyo un ventanazo de la casa de
enfrente-. ¿Se puede saber que cojones te pasa, Héctor?
-Pues mira… -contesto este, señalándose la polla-. Te puedes
imaginar…
-Bueno… ¿Y eso a que es debido…? ¿Es algún problema
medico? -continuo el director.
-Que va…, que va… si cuando estoy berraco se me empalma
como al que mas… Lo que pasa es que hacer porno ya no me
calienta.
-¿Has probado con Viagra? -le pregunto Ronny, que agradecía
el parón porque era relativamente nuevo en el negocio -esta era
su quinta película- pese a ser un miembro destacado de el, y
estaba a punto de correrse.
-¡Que Viagra ni que mis cojones…! -soltó Héctor al pollardo-
¡Os estoy diciendo que lo que me pasa es que el porno ya no
me pone berraco, joder! ¿Os creéis que con una chavalita así -
decía mientras acariciaba una rodilla a Lulú, que los miraba a
los tres con unos ojos muy grandes -y preciosos, todos ellos- y
especialmente a Héctor, afectuosa- en circunstancias normales
iba yo a necesitar viagras ni pollas en vinagre? ¡Pero
hostias…! ¡Que mientras estas jodiendo tengas una cámara a
un palmo de tu culo, el director diciéndote “Ahora métesela en
la boca, ahora métesela en el culo, ahora tócame los
cojones…”, el de la luz, el del espejo, la maquilladora, el del
micro, el de la madre que lo parió…! ¡Tiene cojones…! ¡Que
lo que no me ha pasado de novato me pase ahora, después de
siete años…!
-Bueno, Héctor, tranquilízate. Tu sabes que esto es así… -le
dijo Mariano.
-Yo la mayogia de las veces también tengo que fingig… -Lulú.
-Ya lo se, preciosa… Pero a ti no te pagan por corrida… A mi
si. -la contesto Héctor-. Sabes de sobra que, piensen las
bobadas que piensen machistas y hembristas, los tíos lo
tenemos en esto mas jodido que las tías…
-En la edad no. -le atajo Lulú.
-Bueno, ahí me has pillado. -tuvo que reconocer Héctor.
-Mira… Lo que tenemos que hacer es esto… -comenzó a decir
Mariano a Héctor-. Tu te tomas unas vacaciones, en lo que te
pones la cabeza en orden. Bueno… -se sonrió-. Digo
vacaciones como si aquí te las pagáramos… Tu me
entiendes… Y finalizamos la película con Canadá Boy en tu
lugar, por ejemplo… -Canadá Boy era otro actor, de las
mismas características físicas que Héctor. No era de Canadá,
como pudiera parecer, sino de Murcia, pero le llamaban asi
porque se había hecho tatuar la palabra CANADÁ en el pubis,
ya que, según decía el, este se encontraba encima de una gran
potencia-. ¿Qué te parece?
-Yo creo que va ser lo mejor, que canadice el… -contesto
Héctor-. Bueno…, pues me voy a ir.
Se duchó, se vistió y salió del chalet. Monto en su coche y se
dirigió a su casa con una comedura de cabeza del copón. A
medio camino se termino la cassette que iba escuchando y se
conecto automáticamente la radio. Leonardo Dantes haciendo
la mona.
-¡Encima esto…! ¡Me cago en mi puta vida!
* * * * * * * * * * * * * * * *
El vecino de Mariano Albieri, “el pajero de los prismáticos”,
vio como caía la noche sin registrarse acción en la casa de
enfrente. Harto ya de esperar bajo a la cocina a preparar la cena
para el y su padre, con quien vivía a temporadas. Eran cuatro
hermanos a cual mas gilipollas, y su padre, ya anciano, pasaba
tres meses al año con cada uno de ellos. Eustaquio, que asi se
llamaba el oteador de la buhardilla, era el menor de todos,
soltero y de sesenta y cinco abriles. Hacia veinte diciembres
que le había tocado un premio importante en la lotería
navideña -doscientos cincuenta kilos. Todos los tontos tienen
suerte-, dejo su trabajo de sexador de pollos y monto un
restaurante por el que no pisaba nunca; negocio que le iba
ciertamente bien y de cuyas rentas vivía a cuerpo de rey aun
sin salir de casa, pues de puritito feo que era vergüenza le daba.
Su padre, de ciento catorce años, había dejado de cobrar la
pensión de jubilación recientemente dado que, según las
autoridades, ya había vivido demasiado; añádase a esto que sus
hijos y nietos le hacían la existencia todo lo imposible que
estaba en su mano hacérsela por considerarlo un estorbo y un
gorrón. En definitiva, Leopoldo, el hombre, no era feliz.
Tenia Leopoldo, el hombre, la costumbre de ir al baño siempre
con un neceser en el que decía llevar todos sus artículos de
aseo. No era otra la función de este maletín que la de guardar
todas sus deposiciones, que luego almacenaba periódicamente
en el sótano de un compañero suyo de la mili, con la intención
de dejárselas llegada su hora a su afectada progenie,
El entretenimiento de Leopoldo, el hombre, solía consistir
durante sus estancias con Eustaquio en observar como le
crecían las uñas y, excepcionalmente, una vez al mes, en una
salida al parque de la urbanización. Estaba de suerte, esa noche
tocaba, aunque en un principio la visita estaba proyectada para
esa tarde, pero su hijo andaba muy ocupado interesándose por
la filmación.
Después de cenar -angulas el hijo, sopa de sobre el padre-, a
eso de las once de la noche y aprovechando el comienzo del
verano, salieron al parque, en el que aun quedaban unos pocos
críos jugando.
Quedo Eustaquio a su padre sentado en un banco y se fue el al
que encontró mas alejado para no tener que soportarle, pese a
que Leopoldo, el hombre, no daba un amparo de guerra, pero
así eran las cosas. Tenia el hijo el corazón tan pequeño y
retorcido que podría descorchar una botella con el. Podrían
transplantarle en su lugar el rabo de un cerdo; haría la misma
función.
En su banco, y fumándose un cigarro, Eustaquio se entretuvo
viendo jugar a las muñecas a unas niñas de unos ocho años.
Las chiquillas se fueron yendo poco a poco hacia sus casas,
bien ellas solas, bien porque las venían a buscar sus padres,
hasta que llego un momento en que solo quedo una. Eustaquio
la llamo.
-Ven, bonita, ven.. -la decía en tono zalamero. La niña se
acerco a el.
-¿Qué te pasa, bonita? ¿Te han dejado solita? ¿Quieres que
juguemos tu y yo…?
-Es que me tengo que ir a casa… Es muy tarde… -le contesto
la cría, asustada por lo feo que era aquel viejo de modales
empalagosos.
-No… No te vayas todavía… Mira… -la dijo Eustaquio al
tiempo que se desabrochaba la bragueta y sacaba un pingajo
flácido, blancuzco y lleno de verrugas-. Agarra esto, bonita…
Tengo los güevos llenos de leche… ¡De rica y buena leche!
-¡Asqueroso! ¡Tío marrano! -le grito la nena. Blandió su
Barbi y le sacudió un muñecazo con todas sus ganas en la
deplorable chorra, arrancándole una excrecencia de cuajo que
salpico de sangre la nariz y labios de la cría.
-¡Ahhh…! ¡Putas…! -gemia Eustaquio sin aliento- ¡Mas que
putas…! ¡Ya desde pequeñas…! ¡Ahhh…!
Echo la niña a correr, sofocada, y al pasar frente a la única
persona que quedaba en el parque aparte del lesionado, un
hombre bastante mas viejo que el anterior, vio que este la
aplaudía mientras se carcajeaba con las escasas fuerzas que le
quedaban.
“¡En cuanto llegue a casa se lo digo a mi padre y le mata…!”
pensaba la criatura mientras corría y se limpiaba la sangre de
aquel cerdo, y en su pánico poco falto para que la atropellara
un coche al cruzar la carretera sin mirar, ya que ella no vivía en
la urbanización.
-¡Joder que susto! -exclamo el conductor mientras frenaba en
seco- ¡Cago en Dios! ¡¡¡Vas como las bobas!!!
-¡Putas crías! -dijo su mujer.
Carlos y Ángela se dirigían al centro a tomar unos chismes,
aunque el ya llevaba unos cuantos puestos. Normalmente,
cuando bajaban, que últimamente no era mucho, iban siempre a
los mismos bares, pero esa noche habían salido con ganas de
experimentar.
A sus cuarenta y cinco años cada uno y doce de casados no se
habían movido mucho de la clásica cafetería “formal” y bar de
barrio “formal”, todo para gente muy “formal”; pero bueno,
que hostias, habrá que ir a algún sitio moderno alguna vez, y
ver que cojones hace la juventud, le había dicho el a ella.
En el primer bar que entraron, el Vitalogy, se lucieron. Música
que no les parecía música, tal vez precisamente por serlo, y
cinco personas en el, contando a la camarera. Esta, una
pelirroja desgreñada de veintipocos años vestida con un top
granate descolorido y unos pantalones caquis cortos y
ajustados, medias de rejilla negras y doc martens, además de
un tribal tatuado que la decoraba un vientre plano; en suma,
excesivamente provocativa para la mojigatería imperante,
propicio que Carlos, una vez servido el correspondiente sol y
sombra -sin hielo, faltaba mas- para el y Sheridan’s para ella,
dejase aflorar su lado jocoso.
-¿Has visto…? -decía Carlos a su mujer, en tono
deliberadamente alto para que lo oyeran todos- ¡Yo me estoy
quedando alucinadito! ¡Fíjate como va la tía esta…! ¡Si
parece una guarra!
-Lo que pasa es que ya no hay educación… -le contesto no
menos alto su señora- ¡Mírala…, la tonta…! ¡Y que tengamos
que aguantar esto…! …luego se quejan que las violan…
¡Anda, boba…, jodete!
Al otro lado de la barra, la camarera se hizo la sueca. Bastantes
gilipollas con las mismas memeces había aguantado ya, para
preocuparse por dos mas. El resto de la clientela, cuatro
chavales entre veinte y treinta años, se miraron entre si.
Sobraban los comentarios.
Uno de ellos, el mas joven, saco una piedra del bolsillo y
comenzó a quemarla. Navaja, cortar, Chester, papel, y, cuando
estaba casi concluida la operación, Carlos, que tenia que decir
algo, también jodería, saliendo de su estupor se dirigió a el a
voz en pecho.
-¡Eh! ¡Tu! ¡¿Se puede saber que cojones estas haciendo…?!
-Coño, ¿no lo ves…? -le contesto el chaval en cuanto acabo de
pasar la lengua por la pega, sin quitar la vista del canuto.
-¡¿Pero tu que te has creído, cabrón?! ¡¿Qué te vas a fumar un
porro delante de mi y de mi mujer…?!
-…problema vuestro si os queréis quedar… -Álvaro, que así se
llamaba el chico, se veia que pasaba de ellos como de comer
mierda- …llevo aquí toda la vida fumándome los porros y solo
faltaba que me vinieras tu a cortar…
-¡¿Qué has dicho…?! -bramo Carlos levantándose de la
banqueta y yendo hacia el con cara de justa indignación.
“Déjalo, Carlos, vámonos de aquí.. Aquí no hay mas que
gentuza…” le pidió su mujer mientras este iba a impartir
justicia.
-¡¿ Que qué has dicho, mierda?! -le espeto a un palmo de la
cara de Álvaro.
-Mira, tío, no quiero rollos… Vete por donde has venido que
desde que habéis entrao no habéis hecho mas que tocar los
cojones, y aquí nadie se ha metido con vosotros -le contesto
Álvaro procurando contener los nervios.
-¡Uy…! ¡Si se me va a poner chulito la mierda el crío! -dijo
Carlos burlón, girando la cabeza para mirar fanfarronamente a
su cada vez mas preocupada doña, y de un manotazo en la
zurda de Álvaro tiro al suelo el petardo aun sin encender, que
luego pisoteo.
Dos palmos mas que Carlos. Es lo que media Álvaro cuando se
levanto de la banqueta y se puso frente a el, desafiante. Toda
paciencia tiene un limite. Y la suya como la de cualquiera.
-Recógelo -Álvaro, frío.
-¿Cómo has dicho? -le pregunto Carlos ya sin tanta chulería,
mientras notaba como la entereza le abandonaba, por mucho
que el intentara retenerla.
-Que lo recojas.
-¡¿Te crees que me das miedo?! ¡¿Eh!? -alzo un poco la voz
Carlos, echando mano de los restos de fantasmonería barata
que aun le quedaban- ¡Con tíos mas grandes que tu me he
pegado yo, y les he partido la cabeza!
Aquello no daba resultado. Álvaro no se acojonaba.
-Te cuento tres para que lo recojas… Uno…
Carlos mantuvo la mirada sin decir nada. la mezcla de miedo e
intento de bravuconería cañí en su rostro le daban un aspecto
ridículo.
-Dos…
Que pensaría su mujer, a la que el gallardamente contaba sus
gestas, si ahora se echaba a correr. Pero no otra cosa le pedía el
cuerpo.
-…Y… -Álvaro se estaba empezando a divertir con la
situación, viendo la cara de bobo que se le había quedado a su
oponente. Carlos ya se veía con la hostia encima.
-Tres.
¡¡¡QUIETO…!!!. Tarde. El grito de Ángela no había servido
para nada. un piñazo en todos los hocicos puso a Carlos
mirando a la Meca, además de arrancarle tres dientes de raíz.
Este, intentando mantener el conocimiento con el que no había
entrado, se abalanzo como el ganado, de cabeza contra el
estomago de Álvaro. No tuvo mucho éxito. Álvaro, haciéndole
una presa en la testa con el brazo derecho, con el otro enebro
dos fuertes codazos en las costillas de Carlos a la vez que le
sacudía un rodillazo en el estomago que le acabo de joder.
Ángela, de piedra, no comprendía donde había quedado la
intrepidez de la que tantas veces hizo gala su marido. Se
arrodillo junto a el, “¡Levántate, cariño! ¡Vamos a meter a
todos estos hijos de puta en la cárcel!” le decía mientras
sostenía su cabeza entre sus brazos. “Gñññ…gñññ…” la
contestaba el, poniéndola las mangas perdidas de sangre.
-¡Álvaro. Ábrete…! -le dijo la camarera a este- Si viene la poli,
yo voy a decir que la culpa la tienen estos dos -señalando al
reclinado matrimonio- y que a ti no te conozco de nada… ¡Pero
date prisa!
En cuanto salio Álvaro por la puerta, Candela, la camarera,
puso la música a buen volumen para disimular los aullidos de
Ángela. “Kill The Poor.” Dead Kennedys con alegría.
* * * * * * * * * * * * * * * * *
-¡Cuidaó, tío! ¡Mira por donde vas…! -dijo Iñigo a Álvaro
cuando este se choco con el según se cruzaban en medio de la
acera. Parecía que el tipo tenia prisa; ni le miro- ¡Nada…!
¡Aquí te pasan por encima y como si te dan po’l culo…!
Iñigo iba a un disco-bar situado en la misma calle del Vitalogy.
Era el clásico galán barato de discoteca cutre que no se jalaba
una rosca por mucho que lo intentase. Bajito, muy fistro el,
culogordo, un culo en el que se podría pintar un bodegón,
Iñigo, como todas las noches que salía, se había espantado bien
las moscas del sobaco antes de emperifollarse -la ducha era
para las bodas-, sobacos estos que tantas narices habían
mancillado. Camiseta negra sin mangas ciñéndole el michelín,
pantalones ajustados blancos en sus tiempos… A arrasar.
Entro en el local y fue directo a la barra. Sonrisa intrépida a las
camareras que no le podían ni ver, gin-cola -la marca mas
barata-, tarareo del ultimo éxito de Camela que en ese
momento sonaba y de ahí a la pista. A romper corazones.
Apoyado en una columna con pose osada se dedico a
seleccionar a sus posibles presas. No había mucho donde
escoger. Una muy gorda que se pensaba que bailaba bien. No.
Una muy fea con veinticinco kilos de peso. Tampoco. Una
bastante guapa, tipazo, metro ochenta y cinco, que miraba por
encima del hombro al resto de los mortales con desden. Menos.
No jodas. Haría reír… Bueno; el panorama no se presentaba
muy halagüeño para el pobre orangután. De repente, una
despedida de soltera en pleno bajo al ruedo a bailar; ahí estaba
Iñigo al quite, repartiendo miradas seductoras a diestro y
siniestro. Y que se mueran los feos.
-Mira el pavo ese… -la dijo cristina a Noemí, dos chicas de la
despedida- ¡Será tonto l’haba…!
-Calla, tonta, que este puede dar juego… -la contesto la otra
mientras la pasaba el canuto- …mira por donde, vamos a tener
a un pelele que nos amenice la velada…
Noemí, metro sesenta y cinco, cuerpo conseguido a base de
diez horas semanales de gimnasio, pelo azabache, ojos miel, se
acerco al tenorio arbolando la mas sensual de sus sonrisas y le
pregunto la hora.
-La una y diez, nena… -contesto Iñigo, tratando de imitar la
sonrisa de ella, pero con resultados completamente diferentes.
-Gracias… -le dijo ella, coqueta, mirándole de lado sin volver
la cabeza hacia el, directamente a los ojos, en una mirada que
se prolongo un segundo mas de lo comúnmente aceptado,
mientras comenzaba a caminar hacia la barra con un contoneo
de culo exagerado, culo que valía un imperio, sabiendo que el
julay la estaría contemplando.
A Iñigo, una tía de esas características le intimidaba bastante.
Lo suyo era atacar borrachas menos explosivas que esta ultima,
pues las tías buenas siempre le mandaban a la mierda, y las
serenas, por muy feas que fuesen, tres cuartos de lo mismo. Y,
que hostias, todas. De modo que le pillo completamente por
sorpresa que una piba así mostrara algún interés por el, o por lo
menos eso le había parecido.
Se acerco el conquistador también a la barra, pero a una
distancia prudencial de Noemí. “Bueno, Iñigo, valor… No te
precipites, no la vayas a cagar…” se insuflaba ánimos. Desde
su posición podía examinar perfectamente a la chica. Que tía.
Esta, que sabia de requetesobra que había sido seguida, en
cuanto le vio le dedico un muestrario de todo tipo de miradas
sugerentes que quedo a Iñigo aun mas cortado de lo que estaba.
Cogió su cubata, el, que todavía estaba casi entero -había que
economizar. O se era un cacas o no se era- y, no ocurriéndosele
otra gracia para impresionar a la chavala, se le bebió de un
trago.
La cago. La chica, al ver esta exhibición de virilidad, compuso
un gesto de estupor y agito la mano repetidamente, intentando
demostrarle lo muy sorprendida que quería que el pensase que
estaba. El, viendo que esta táctica había tenido éxito, pidió otro
chisme mas.
De un trago. Como los machotes. La tía ponía unos ojos como
platos. Esto va bien, pensaban los dos. Otro mas. Y otro. Ella
se le acerco.
-¡Estoy impresionada…! -le decía con una mano en el pecho, la
otra sin parar de agitarse después de diez minutos de alardes
castrenses y una cara que reflejaba la mas absoluta perplejidad-
¡Nunca había visto a un hombre beber así…! ¡Madre mía! ¡Es
increíble!
-¡Siempre bebo así! ¡Como un loco! ¡Ja, ja, ja…! -notaba que
las copas empezaban a hacerle efecto. Ya se encontraba mucho
mas suelto. El alcohol es peligroso en manos de los tontos- ¿Y
tu como te llamas, nena? ¡Yo Iñigo!
-Noemí… Encantada… -le dio dos besos- Oye… ¿Te hace una
rayita…?
-Si…, bueno…, si… -Iñigo, que no había esnifado nunca, se
acojono, pero había que tirar p’alante si se quería comer a la
chavala- ¿Qué tienes…? ¿Coca…?
-no, speed… ¿Te hace?
-Si, me da igual… -ni sabia lo que era eso.
Se fueron hasta el váter de las tías. Siempre ha habido al
menos tres clases de personas ajenas a la droga. Las que no la
han probado nunca porque no las ha dado la gana. Ole. Las
que, sin haberla probado, se piensan que un triste porro es la
mayor depravación a la que puede llegar el ser humano; y las
que, sin haberla catado y oponiéndose completamente a su
consumo -por su parte y por la de los demás-, pregonan a todo
aquel que quiera escucharles que se han metido de todo y mas.
De estos dos últimos grupos no se sabe quienes son mas tontos.
Iñigo compaginaba hábilmente su pertenencia a ambos.
Ya encerrados en el servicio, Noemí saco una papelina. Encima
de la cartera preparo con el carnet de Iñigo, que asistía
asustado al proceso, dos rayas tamaño familiar. Esnifo una, y le
indico a el que hiciese lo mismo. Se agacho este a la cisterna
de la taza, que era donde estaba colocada la cartera, y,
metiéndose un billete de mil -suyo- en la napia, se la arreo.
-¡Joder. Es bueno! ¡Como pone…! -dijo el-
“Este es bobo” pensó ella. Desenrosco el billete y se lo guardo
en la cartera sin que el se diese ni cuenta. Cuando se acerco a la
puerta con intención de salir el la detuvo y acerco su cara a la
de ella, pensando que aquel era el momento oportuno para
liarse.
-¡Quieto, tío -le paro en seco ella-. No tengas tanta prisa! …ya
tendremos tiempo para nosotros dos… -añadió en tono picarón,
al tiempo que jugueteaba con su dedo en la cadena con el
Cristo de libra y media al cuello de el.
Salieron a la pista. Ella delante, dirigiendo miradas cómplices a
sus amigas. El detrás, con aires de buey coronado al notar que
sus conocidos le habían visto salir con ella del baño, pero
trastabillando al andar todo lo que podía.
Se la ocurrió a Noemí presentar a Iñigo a Ursula, una de sus
amigas que se encontraba allí con ellas. Esta, una rubia de
aspecto imponente, era una ultrafeminista de la facción mas radical
del movimiento; tanto es así que en cierta ocasión en la que,
después de jugar al tio maragato entre cinco con una botella de
J. B. y no haber soltado ella el frasco cuando ya la había vuelto
a tocar, agarrándose una cagada de espanto, y a un chaval se le
ocurrió preguntarla su nombre, ella rompió a gritar
“¡Violación!” histéricamente, poniendo al tío en fuga
preguntándose que cojones la pasaba a aquella subnormal.
“Puede ser buena idea presentarlos”, se dijo Noemí. “Ya veras
como este capullo mete la pata y nos reímos…”
-Ven… ¿Cómo me habías dicho que te llamabas…? ¡Iñigo.
Eso! …ven, Iñigo, que te voy a presentar a una amiga. -le dijo
mientras pegaba unos tiros a un porro que la acababa de pasar
Cristina, que la interrogaba con la mirada sobre como había ido
la cosa. Noemí la sonrió y movió casi imperceptiblemente la
cabeza, indicándola que tenían canelo para divertirse, luego le
paso el porro a Iñigo.
-¡Cof! -picaba, el cabrón. Iñigo nunca había probado un
canuto. La cabeza ya se le iba para todos los lados-. Vale.
Preséntamela… ¿Quién es…? -la dijo azarado acercándose a su
oído.
-¡Esa! ¡La rubia! -se la señalo. Luego bajo la voz y le dijo en
tono confidencial: “Atácala. tu no te cortes. Con esta pillas
fijo… Es una berraca de la hostia…”
Llamo a Ursula, que se acerco.
-¡Ursula! ¡Ven un momentin…! Te voy a presentar a un
amigo. Iñigo… Ursula. -según se daban los dos besos de rigor
Noemí azuzo a Iñigo dándole con el codo en el costado.
“Vamos… Éntrala… No seas bobo…” le dijo bajito.
-¡Así que Ursula…! ¿Eh…? -la dijo Iñigo a esta guiñándola un
ojo, envalentonado por los ánimos que le daba Noemí, además
de todo lo que tenia encima- ¡Pues tienes un polvazo de la
hostia…! ¿Qué te parece si tu y yo…
No le dio tiempo a terminar la frase. Un bofetón de Ursula que
casi le hizo perder el equilibrio puso fin a la conversación.
-¡¿Tu que te has pensado, hijoputa…?! -le chillo- ¡¿Quién es
este gilipollas, Noemí…?! -se dirigio a ella- ¡A mi no me
toquéis los cojones…”
-Tranquila… -la calmo Cristina mientras se la llevaba aparte-
…nos estamos riendo de este bobo… ¿No le has visto cuando
hemos entrado, que se nos ha quedado mirando como si fuera
yo que se…? ¡Pues eso!
Ursula se hizo cargo de por donde iban los tiros. Se la fue
pasando el mosqueo. Total, una noche de fiesta es una noche
de fiesta.
-¡Si es que eres muy bruto! -le dijo Noemí a Iñigo, que se
acariciaba el carrillo donde se había llevado el tortazo- ¡No se
puede entrar asi a una chica…! Anda… -le sonrió- …invítanos
a unos cubatas, y aquí no ha pasado nada… ¡Ah! ¡Y repite el
numerito que me has hecho antes a mi para mis amigas!
-¿Qué numerito…? -la hostia le había despejado un poco, pero
no mucho.
-El de los cubatas que te bebías de un trago, corazón… Si lo
haces… ¿quién sabe…? -y le dio dos palmaditas en el culo.
No hacia falta nada mas. Se fue a la barra cagando viruta
después de preguntar a las chicas que bebían. Todas bourbon
cola. “Joder. Que hostia me van a dar” pensaba mientras
echaba cuentas de por cuanto le iba a salir la broma. Siete
bourbons cola, mas que menos que otros tres gins cola para
repetir la hazaña que le había pedido Noemí, a ver si de una
puta vez se la podía cepillar… Entre tanto esta se estaba
currando otro porro para dársele esta vez entero al tuercebotas
aquel con intención de tumbarle definitivamente.
Tres viajes tuvo que echar Iñigo de la barra a la pista para
llevarlas todas las copas a las juerguistas, mas las tres suyas,
claro. A repetir otra vez la tontería… Un cubata de un trago…
Y otro… Y el tercero. Las tías aplaudían. Iñigo otra vez
animado…, y sin nada que beber. Noemí se encendió el peta,
pego tres caladas y se lo paso a Iñigo. No podía decir que no…
Quedaría como un idiota…, asi que a fumar. Se estaba
agarrando un cebollón como hacia años que no se pillaba…
Cristina y Noemí se le volvieron a llevar al servicio. Esta vez
se iban a meter unas dexedrinas seguramente ya caducadas que
esta ultima había encontrado hacia una semana en el fondo de
un cajón de su dormitorio después de cuarenta mil años ahí
olvidadas; que mejor momento para aprovecharlas que esa
noche… En el servicio, mientras Noemí habria las capsulas -
tres-, y seleccionaba y machacaba las bolitas hasta convertirlas
en polvo, lo que la llevaba bastante trabajo, Cristina lió otro
canuto que se fumaron entre los tres. Otro billete de mil de
Iñigo para esnifar. Otra vez que el billete acabo en la cartera de
Noemí. Otra intentona de Iñigo esta vez por morrear a las dos.
Otra mierda que se comió.
De nuevo en la pista, y con otra ronda a cuenta de Iñigo, este se
tuvo que apoyar en una columna para no caerse. Se fumo un
cigarro que le sentó como una patada en los cojones. De vez en
cuando se le deshacía un grumo en la nariz, no sabia si del
speed o de la puta dexedrina, que al bajar por la garganta le
sabia a hostias. “No escupas” le había aconsejado Noemí.
“Trágatelo… Si lo echas no te hace nada… A ver…”. No lo
echo. Camela, Calaitos, Kalima, Kalalay… y todos los
grupejos que empezaban por Ca/Ka se fueron sucediendo uno
detrás de otro… Las chicas bailaban a su alrededor… Aunque
pararan a el le daba la impresión de que seguían dando
vueltas… “Baila con nosotras, tío” le animaban. El se puso a
bailar como un desesperado… Después de mucho rato, en
cierto momento en que se miro en el espejo de una columna,
noto que tenia la mandíbula fuera de control… Se fijo en que a
muchas de ellas las pasaba lo mismo… “Haznos un strip-tease,
tío” le pidieron… Sin saber como, cuando se quiso dar cuenta,
le habían formado un corro tremendo en el medio de la pista…,
y el, allí, en el centro, sin camisa y con los pantalones y los
gallumbos por los tobillos, les mostraba un pizarrín reducido a
la minima expresión… “Tu si que sabes, tío…” Ahora eran
voces masculinas las que oía… Se acerco a las chicas, no se
había dado cuenta de preguntarlas de quien de ellas era la
despedida… “De Cristina” le respondieron… Se abalanzo
hacia ella… La alcanzo… La abrazo… quería felicitarla… Ella
chillo… Le dio un rodillazo en los cojones… Estaba en el
suelo… Desnudo… Llegaron los de seguridad… No tenia ni
idea de lo que estaba pasando, ni por que le estaba pasando…
Se vio entre dos gorilas que le llevaban cogido de los brazos
hacia la salida… La puerta… Ahora estaba tendido en la
acera… Le tiraron su camiseta a la cara… Alguien le intento
ayudar a levantarse… Le rechazo… Se dirigió a un callejón a
vomitar… Cayo tres veces, era difícil caminar con los
pantalones bajados… Llego por fin al callejón… Vomito…
Oscuridad.
* * * * * * * * * * * * * * * * * *
Un gato. “…¡Ahhh…! ¡Mi cabeza…! ¡¿Qué hostias me ha
pasado…?!
Cuando despertó, lo segundo que hizo Iñigo fue preguntarse
donde cojones estaba -lo primero fue quejarse-. Ya era de día.
Estaba tirado en un callejón sin salida, lleno de mierda hasta
los bordes. Pese a la estación estaba tiritando. “¡Joder…! ¿Y
mi camiseta…? ¡Los pantalones…!” Se les subió de un golpe.
Miro el reloj. Las diez de la mañana. Vio la vomitona a un lado
y en sus pantalones. Comenzó a recordar. Estaba lleno de
lagunas, pero recordaba lo mas importante. “¡La puta madre
que las parió!”. Instintivamente se echo la mano a la cartera. La
abrió. Ni un puto duro. Había bajado con diecisiete mil pesetas
encima porque había cobrado tres días atrás y le gustaba sacar
un billete de diez cuando iba a pagar en un bar, aparte del
importe de su consumición, para pegarse la vacilada. Billete
que siempre volvía a llegar a casa. Menos esta vez. “¡Hijas de
puta!”. Sabia que hacia calor, pero no podia dejar de tiritar.
Toda la noche en pelotas al relente se tenia que notar. Eso, mas
la resaca. Y que pedazo de resaca. No recordaba haberse
sentido tan jodido nunca. Física y moralmente. Se incorporo a
duras penas. En cuanto lo hizo le sobrevino un mareo
impresionante. Se tuvo que sujetar en la pared. Le asaltaron las
nauseas. Otra pota. Hasta la primera papilla. “¡Joder! ¡Yo aquí
me muero!”. Intento caminar. Se detuvo. No había manera.
Pensó en como salir de allí sin camisa y con los pantalones
llenos de mierda. No se le ocurría nada.
Después de estar media hora sentado, intentando poner en
orden su cabeza, se dio cuenta que ya hacia rato que tenia
ganas de mear, pero otras preocupaciones mas importantes no
habían dejado paso en su cerebro a esa necesidad. Se levanto
de mala manera, saco la chorra y meo contra la pared.
Un niño de cinco años de edad al que, aprovechando la
mañana, había sacado su padre a dar un paseo, consiguió
escaparse de este y se metió en el callejon con el anterior
corriendo detrás de el. Al entrar ahí, el crío, travieso como la
madre que le parió, se extraño al ver a aquel hombre de aspecto
porcino.
Se acerco a el, sin que Iñigo se hubiera dado cuenta tan
siquiera de que allí estaba.
-¡Hola! ¡Señor! -le dijo el niño a Iñigo, que se sorprendió
mientras echaba la meada mas larga de su vida- ¡Mire! ¡Le
escupo! -y le lanzo un gapo en todo el cipote.
-¡Me cago en tu puta madre! -voceo Iñigo, que bastante tenia
ya encima para que le viniera un mocoso a escupir en la verga-
¡Serás…! -y le apunto con el chorro en la cara. Después de
esto le agarro por el hombro y, acercándoselo para si, le endiño
dos pollazos en todos los berretes.
-¡¡¡Hijo de puta!!! -bramo el padre de la criatura, que había
torcido la esquina en el momento en que Iñigo comenzó a mear
en la jeta al niño e, inmovilizado por el desconcierto al ver a un
gocho tal haciéndole aquello a su hijo, había asistido
estupefacto al posterior desarrollo de los acontecimientos-
¡¡¡Te voy a matar!!! -y corrió hacia el como un búfalo.
Iñigo, cuyo nivel de confusión ya había sobrepasado todos los
limites humanamente aceptables, se quedo ahí parado como un
imbécil, con la chorra de la mano, sin poder reaccionar,
esperando la embestida de aquel hombre desbocado.
“¡¡¡Cabrón!!!” le grito el padre, y al llegar a su altura le
estampo un patadón en todos los cojones a Iñigo que dio con
este en el suelo. Una vez tirado y espatarrado, el padre, ciego
de cólera, le sacudió otra patada en los huevos con todas sus
fuerzas… Dos. Y otra mas… Tres. Cada vez a mayor
velocidad. Y cuatro… Y cinco… Y seissieteochonuevediez…
Iñigo, boca arriba, comenzó de nuevo a vomitarse sin poder
torcer la cabeza a un lado. El hombre echo mano de una pistola
que llevaba en el bolsillo interior de la americana. En un visto
y no visto apunto a la cabeza del gordo y disparo. Un disparo…
Dos. Y otro mas… Tres. Cada vez a mayor velocidad. Y
cuatro… Y cinco… Y seissieteochonuevediez… Hasta que
vació el cargador. Todas las balas, todas, habían impactado en
el rostro, convirtiendo este en algo parecido a una
hamburguesa a medio hacer con la que hubiera jugado un gato
escocido. Cuando el hombre quiso darse cuenta de lo que había
pasado, miro los restos de Iñigo y acto seguido a su hijo, que
no se había movido del sitio durante todo aquel tiempo y le
miraba a el fijamente, con la boca y los ojos extremadamente
abiertos, como nunca antes se los había visto, y con una
expresión de pánico absoluto; imposibilitado completamente
para reaccionar. Se encontraba en estado de shock.
El padre, que había adquirido la pistola una semana atrás,
después de haber sido victima de tres atracos en menos de un
mes -era joyero- y durante esos siete días la había tenido en
casa sin decidirse a llevarla al negocio, era la segunda vez
desde que se hizo con ella que la llevaba encima. Casualidad.
Aturdido, soltó el arma y echo a correr. Su primera zancada
coincidió con la primera lagrima de su hijo que toco el suelo.
* * * * * * * * * * * * * * * * * *
Tenia la impresión de que todo el mundo le miraba. En parte
era cierto. No era muy común ver a un hombre elegantemente
vestido correr como si le persiguiera el diablo. Pero en su
pensamiento estaba que toda aquella gente SABIA lo que había
hecho, y de un momento a otro se iban a tirar a por el.
Después de diez minutos de frenética marcha, lo que menos se
esperaba le ocurrió. ¡¡¡ZASSSHHH!!!. Una cagada en plena
cara.
El autor de los hechos era un crío de ocho años que, asomando
el culo por la ventana de su dormitorio, situado en un tercer
piso, era la segunda vez que repetía la broma -la primera no
logro acertar a la victima- desde que se le ocurriera la idea una
semana atrás. Se asomo a la calle a hurtadillas y vio que el
hombre de la americana había recibido la plasta de lleno en
toda la jeta, pero para su sorpresa apenas se paro y miro de
donde le venia aquello; al contrario, después de un rapido
vistazo hacia arriba continuo corriendo calle abajo.
Sentado en el suelo y con la espalda apoyada contra la pared
que daba a la calle, el cabrón del crío se descojonaba de la risa.
Las carcajadas hicieron que su madre fuese a ver que le
ocurría.
-¿Se puede saber que te pasa, Alfredito? -le dijo Ainhoa a su
hijo.
-Nada, mama. Nada -la contesto el niño.
-A ver si no armas ninguna. Dentro de un rato te voy a llevar a
donde tu abuela.
Ainhoa era una mujer de cuarenta y dos años. Rubia, ojos
azules, estatura media, terriblemente bien conservada. Guapa a
rabiar. Era la replica exacta de Faye Dunaway en sus años
mozos, pero con un aspecto actual. Divorciada, vivía pared con
pared con su ex marido, que se había mudado al piso de al lado
para joderla, y tenia un vecino de dieciséis años justo debajo de
su casa, Emilio, al que traía por la calle de la amargura; y lo
sabia.
Emilio tenia una hermana melliza, Linda, que, por esas
coincidencias que tiene la vida, estaba perdidamente
enamorada de Alfredo, el ex marido de Ainoa, quien, como no,
también se habia dado cuenta de ello por las miradas que le
echaba la niña cuando se encontraban en el ascensor o en el
portal.
Como le había dicho, Ainhoa llevo a Alfredito, su hijo, a casa
de su abuela, la madre de ella. Desde que se divorciaron, hacia
ya cuatro años, la custodia del niño, que la había correspondido
a ella, le hacia pasar dos fines de semana al mes con su padre.
Faltaba una semana para que volviera con el, pero Ainoa
necesitaba un poco de tranquilidad -el jodio niño era un
agobio-, de modo que, en casa de la yaya todo el día y que la
marease a ella.
De vuelta de dejar al crio aprovecho para hacer la compra.
Cargo tres bolsas enormes en su coche y, ya en el edificio, al
llamar al ascensor, resulto que este no funcionaba.
“¿Cómo subo hasta el tercero con todo esto…?” se pregunto.
Oyó que se abría la puerta del portal a sus espaldas. Emilio, su
vecino. “No esta mal el crío este…” pensó al verle “…y se que
yo le gusto… Daria diez años de su vida por metérmela…” se
sonrió, divertida con este pensamiento.
“Buenos días, Emilio” le saludo a el. “Buenos días, señora” la
contesto el chaval, azorado. No podía evitar sentirse
acobardado en su presencia. Por mucho que se la cáscara a su
salud, sobre todo desde que le llegase el rumor de que era una
calentorra de la hostia, y en sus fantasías masturbatorias se
mostrase completamente desinhibido con ella, era
encontrársela en el ascensor, por ejemplo, y notar de inmediato
que le faltaba el aire, que se trababa al contestarla a la clásica
pregunta de compromiso de que tal le iban los estudios, la
familia y todo eso. Además no tenia ninguna experiencia con
las mujeres, ni la mas minima aparte del trato familiar con su
madre y su hermana, de modo que, cuando la vio allí, frente a
la puerta del ascensor, con una camiseta de tirantes azul
ajustada y unas mallas también azules mas ajustadas todavía,
se desarmo.
-Esta roto el ascensor -le dijo ella- Es un latazo… Ya van dos
veces en lo que va de año… -guardo silencio un instante-
Emilio, cielo… -le sonrio- ¿Te importaría ayudarme a subir las
bolsas…? ¡Es que fíjate que cargada vengo…! ¡Y con estos
calores…!
-¡Claro que si, señora…! ¡Digo no! -se lío- ¡Quiero decir…!
¡Que no me importaría, vamos! -respiro hondo. Parecía que
había conseguido salir del jardín.
-¡Que rico eres, cielito! -le dijo Ainhoa mientras le tendía dos
bolsas. No la había pasado en absoluto inadvertido el
nerviosismo del muchacho.
Subieron las escaleras Ainhoa delante y Emilio detrás, a tres
escalones de distancia entre los dos en aquellos tramos de
dieciséis peldaños seguidos. Ella, con la mano izquierda
llevaba la bolsa y con la derecha se agarraba a la barandilla,
moviendo serpentinamente las caderas y el culo al subir; culo
este que se encontraba a poco mas de un palmo de distancia de
la cara de Emilio, que incluso consiguió olerle, y que, por solo
tener ojos para el, tropezó en dos ocasiones en el mismo tramo,
provocando una risita ahogada de Ainoa, que de sobra sabia lo
que le ocurría.
Llegaron por fin ante las puertas de la casa de Ainhoa. “En
cuanto baje a casa me la sacudo. Esto me tiene que dar para por
lo menos veinte pajas…” pensaba Emilio. Pero, al depositar el
las bolsas en el suelo y disponerse a despedirse del motivo de
sus calenturas, ella le invito a pasar.
-¿No quieres tomar un refresco? Tienes que haber subido
agotado, con esas dos bolsas tan grandes… ¡Anda, pasa… No
seas tan tímido! -le propuso ella con la mejor de sus sonrisas.
-¡Bueno… señora… -no sabia si entrar o echar a correr
escaleras abajo. Se decidió- …Gracias!
-¡Y no me llames señora, que no soy tan mayor! -le regaño en
bromas Ainhoa mientras pasaban y cerraba la puerta.
En ese momento, Linda, la hermana melliza de Emilio, salía de
su casa, justo debajo de la en que acababa de entrar su
hermano. Fue hasta el ascensor y pulso el botón de llamada.
Nada. “¡Joder con el ascensor…! ¡Otra vez!” pensó. Comenzó
a bajar por las escaleras. A mitad de camino , en el rellano del
primero, escucho pasos venir de abajo… Alguien subía. En
cuanto torció a la izquierda para bajar el ultimo tramo se
encontró de frente con el. Alfredo. El ex marido de Ainhoa.
-¡Hola, Linda, bonita…! ¡Que jodienda lo del ascensor…!
¡¿Eh?! -la dijo a la chavala, exhibiendo su sonrisa Profident.
También el, como su ex, subía cargado, pero solo con una
bolsa.
-¡Si que es verdad…! -le contesto ella, menos tímida que su
hermano, aunque si que se pareciera a el en lo tocante a
experiencias intersexuales. Cero; pese a ser una jovencita
preciosa- ¿Qué tal…?
-Mira… De comprar unas piezas para el tren eléctrico… -y la
mostró las cajas que llevaba dentro de la bolsa.
-¿Tiene tren eléctrico…? -se sorprendió Linda. Siempre la
habían gustado. Aunque en ese caso la interesase mucho mas el
portador. Alfredo, de cuarenta y tres años, aparte de su oficio
como fotógrafo, también había posado en varias ocasiones para
catálogos de ropa de grandes almacenes, en plan madurito
interesante y esas cosas. Catálogos que Linda, cuando los
encontraba en su buzón, guardaba como oro en paño, aparte de
entretenerse con ellos en ocasiones.
-Claro que tengo tren eléctrico, bonita, ¿no lo sabias…? -ante
la muda negación de ella, pues el se pensaba que su pasatiempo
era de dominio publico, la pregunto si la gustaba aquello.
“¡Pues claro! ¡Desde siempre me han gustado!” fue la
respuesta de ella.
-Pues si quieres subes ahora conmigo y te le enseño… ¿Qué te
parece…? -la pregunto.
-Bueno… No se… -pareció dudar- …si usted quiere…
-¿Y por que no voy a querer…? -bromeo Alfredo- Y no me
llames de usted… ¡Que manía teneís los dos hermanos con
echarle años a uno…! -fingió enfadarse- ¡Venga…! ¡Vamos! -
la hizo una seña con la cabeza y comenzó a subir.
-¡Vale! -dijo ella con una sonrisa, y le siguió.
Emilio se encontraba sentado en el sofá del salón de Ainhoa
bebiéndose una coca cola en un vaso enorme con un montón de
hielo que le había puesto ella. Esta se sirvió un tercio de
cerveza y se sentó a su lado.
-¿Y Alfredito…? ¿No esta en casa? -la pregunto Emilio, que
no sabia de lo que hablar.
-Vengo de dejarle en casa de mi madre… -le contesto ella,
mientras con una revista que cogió de encima de la mesita se
daba aire-. ¡Es un trasto…! ¡No lo sabes tu bien…! ¡Todo el
dia dando guerra…! No me entiendas mal… -cambio de tono-
Es mi hijo y lo quiero…, pero de vez en cuando me gusta tener
la casa para mi sola y hacer lo que yo quiera… -y echo una
mirada a Emilio que no dejaba mucho lugar a dudas su
interpretación.
-¡Bufff…! ¡Que calor hace…! -prosiguió Ainhoa viendo que
el chaval no habría la boca- ¡Espera un momentin aquí, que
me voy a dar una ducha! ¡Son dos minutos… No te vayas a
ir…! -y se levanto del sofá. Se dirigió al cuarto de baño, y en
mitad del pasillo llamo de nuevo a Emilio para recordarle
donde tenia las cocacolas y los refrescos, por si se quería tomar
otro.
Emilio, que tenia mucho mas calor que Ainhoa y se quejaba
menos, aprovecho que se encontraba solo para fumarse un
cigarro. Había ceniceros por todas partes. Bien. Paso revista a
la situación. Lo que llevaba años esperando tenia trazas de
convertirse en realidad, porque la mirada que le había lanzado
ella al comentarle lo bien que se sentía sola en casa, había que
ser muy bruto para no comprender su significado. Si fuera un
poco menos cortado, joder. O tal vez se estuviese engañando,
estuviese viendo lo que quería ver y no lo que de verdad había,
y si se decidiese a intentar algo con Ainhoa, que joder como
estaba, metiese la pata hasta el corvejón, con el consiguiente
chivatazo a su madre y todo eso…
Estaba Emilio tan enfrascado en estas reflexiones que no oyó
salir del baño a Ainhoa. Cuando se quiso dar cuenta, esta se
encontraba apoyada en el quicio de la puerta; en albornoz y con
el pelo mojado. “¡Madreee…!” pensó el cuando la vio.
-¡Anda…! ¿Pero fumas? -le dijo ella fingiendo sorprenderse, y
volvió a su lado en el sofá- ¿Lo sabe tu madre…?
-¡No…! ¡Pero es igual…! -se indigno el ante ese ataque a su
hombría- ¡Ya tengo dieciséis años!
-Tienes razon… Ya eres un hombrecito… -le contesto
insinuante Ainhoa. Ya hacia cerca de seis meses que no se
acostaba con nadie, y una mujer de sus características no se
podía permitir eso parones. Iba a cien. Por otra parte, el chico
la gustaba, que hostias. Muy crío. Vale. Pero eso la daba
morbo. Además era guapo, musculitos… ¿Qué mas quería?-
…No te enfades, hombre… a sido broma. -y le pellizco
cariñosamente el carrillo.
-No… no me enfado… -balbuceo Emilio, colorado como un
tomate al notar el contacto de su cara con los dedos de ella. Sin
maquillar y con el cabello húmedo, además del albornoz y la
proximidad en aquella situación, era lo mas excitante que
jamás imaginara que pudiera ver nunca.
-Pues me voy a fumar yo otro… Me has dado envidia -le dijo
ella, y se inclino en su dirección para coger el paquete de
Malboro que se encontraba en la mesilla del teléfono, justo al
lado de Emilio, al hacerlo, rozo con su pelo aun goteante la
cara de el, que al oler el suavizante y ante tanta cercanía perdió
hasta el color; su albornoz, además, se entreabrió lo suficiente
para permitirle ver por apenas un segundo sus tetas. Que tetas.
Grandes. Arrogantes. En absoluto caídas. Desafiando la ley de
la gravedad. Pezones pequeños. Clarísimos. Rosas. De punta.
Lo suficientemente tiesos para saltarle un ojo al mas pintado.
“¡Joooder…!” pensó Emilio mientras ella volvía con el tabaco
a recostarse en su sitio.
Ainhoa se encendió un cigarro. Exhalaba el humo en la mas
pura tradición mujer fatal de cine negro americano… Marlene
Dietrich la hacia una paja. Emilio noto que se había
empalmado: “¡Joder como se me ha puesto…! ¡Esta viva!
¡Mierda. Se va a dar cuenta…!” El sudor le perlaba la frente.
Tenia razón. Ella se había dado cuenta.
-¡Ah! -le dijo ella- ¿Qué tal lo de tu operación de fimosis?
Algo me dijo tu madre el año pasado. No te había preguntado
nunca porque me daba no se que… Tu me entiendes… -y le
dirigió otra mirada sugerente.
“¡Joder mi madre!” se atraganto Emilio.
-¡Bien… Bien…! -la contesto súper nervioso- …hace ya año
y pico que me operaron… Bastante bien… -no sabia como
continuar.
-¿No te ha dado ningún problema…? Que bien…
-¿Qué problemas me podría haber dado…? -se sobresalto el.
-Hombre… Ninguno. ¿Qué problema te iba a dar? Te lo digo
porque yo he sido enfermera… ¿Lo sabias? -ante el gesto de
asentimiento de Emilio prosiguió…-, …y he visto muchas
operaciones de esas. Y me acuerdo que los pacientes se
quejaban de que los primeros días lo pasaban muy mal porque
les mancaba el capullito contra el calzoncillo y les dolían los
puntos y cosas así…
“¡Capullito!” Había dicho “capullito”. Aquella palabra en
labios de esa mujer hizo que a Emilio le diera un vuelco el
corazón. “Capullito”. Lo había pronunciado delante de el; a
solas los dos… Y lo mas importante: Por extensión tenia que
haber pensado ella en el suyo, que haberse formado una
imagen mental de el… La sola idea de que ella hubiera tenido
por un milisegundo su capullo en el pensamiento provoco que
el tuviera que apretar las piernas y respirar hondo para no
correrse. Sentía en ese momento mas intimidad con aquella
mujer de la que nunca pensase que pudiera experimentar nadie
con nadie.
-¿Te ocurre algo, Emilio? -le pregunto al verle demacrarse por
ya no sabia que vez en un rato. “Nada, nada.” contesto el a
duras penas- …Pues lo que te decía… ¿A ti no te ha dado
molestias de esas…?
-Claro -la contesto con un hilo de voz.
-¿Y te las sigue dando…?
-No-no, ya no -mas bajo aun.
-Oye… No te asustes por lo que te voy a pedir… ¿Me la
podrías enseñar…? Ya sabes que he sido enfermera. Te lo
digo por ver si quedó bien… Yo entiendo de esto. No te
preocupes…
¡Infarto de dieciséis ventrículos a la vez! ¡Llamen a las
ambulancias…! ¡Preparen los quirófanos…!¡Las tumbas…!
¡Todo! Emilio boqueo como los rodaballos. Sentía que le daba
algo. “¡Que se la enseñe…!” ¡La madre que lo parió…!
-¡Emilio…! No es para que te pongas asi… Comprendo que
te de corte -le dijo ella contrariada. Por la reacción del chico
pensaba que ahí no había nada que hacer. Se encontraba en la
misma situación que Diógenes… Buscaba un hombre. Y con
los mismos resultados… Decidió intentarlo por ultima vez-
…pero yo lo digo por ti…, no vaya a ser que te pienses que
salio bien la intervención porque no te haya dado de momento
ninguna molestia, aparte del post-operatorio y de las clásicas
de los primeros días, y resulte que tienes mal cogido un punto o
algo así, y tu no lo sepas ver y yo si… Por eso te lo digo…
Pero si tu dices que no como los chicos pequeños, porque te da
vergüenza… ¡Hombre! ¡Que he sido enfermera! ¡Es como si
fuese tu medica! Bueno… No te molesto mas… Si no quieres,
no quieres.
“¡Vamos. Emilio! ¡No seas gilipollas! ¡Si pierdes esta
oportunidad es como para matarte!” se decía él dándose
ánimos. “¿Qué hago…?” Nunca se había visto en una situación
así. Le temblaba todo.”¿Tengo que ser siempre tan cortado…?”
“Bueno… De perdidos al río…” Peor que lo estaba pasando no
lo iba a pasar. Se decidió.
-Tiene razón… -la dijo, desabrochándose los botones del
pantalón- Mire… -y se la enseño.
¡Que bastón! Se cuenta y no se cree. “¡Madre de mi vida y de
mi corazón…!” pensó Ainhoa al ver aquella polla mientras se
la hacia la boca agua y amenazaba con encharcar el cojín en el
que estaba sentada al notar como un torrente de flujo se abría
paso entre los labios de su coño. Aquella tranca debía de medir
por lo menos treinta centímetros; bastante mas que la de su ex,
que ya era toda una señora polla con el veinte que calzaba.
Acerco una mano hacia ella y la agarro con dos dedos. El
glande comenzó a palpitar como loco. Estaba súper hinchado.
Tenia la piel tan tersa y brillante que casi se podia ver reflejada
en el. Comenzó a desplazar los dedos hacia abajo
delicadamente. “¿Si te estiro la piel hacia abajo te duele?” le
pregunto en un susurro, mucho mas nerviosa de lo que se
pensaba iba a estar. “No, no” la contesto Emilio temblando.
Subió y bajo los dedos un par de veces mas. Una gota de
liquido preseminal afloro en el orificio del glande, deslizándose
luego lentamente por la superficie de la polla hasta parar en los
dedos de ella. No se lo pensó esta mas veces. Se acerco
despacio, despacio, y sin dejar de mirarle fijamente a los ojos
fue abriendo los labios poco a poco, poco a poco, según se
acercaba, y, agachando la cabeza hacia su objetivo, bajó,
bajó…, hasta que se introdujo casi completamente su polla en
la boca. “Mmm…”
-¡Pues este es mi tren eléctrico! -dijo Alfredo orgulloso a
Linda, mostrándola una maqueta que ocupaba casi la totalidad
de la habitación en que se encontraban- ¿Qué te parece…?
-¡Precioso! ¡Que pasada…! -contesto esta, impresionada,
agachándose hacia el enorme montaje para no perderse ningún
tipo de detalle. Al hacerlo, su minifalda, una minifalda que su
madre la tenia terminantemente prohibido que se pusiese desde
el día que se la compro porque, según ella, había mas tela en un
pañuelo de bolsillo, pero pese a todo seguía sacando la chica a
hurtadillas muy de vez en cuando, se deslizo suavemente hacia
arriba, al principio solo un poco, pero cada vez mas y mas a
medida que se agachaba Linda, hasta dejar completamente al
descubierto sus muslos y permitir ver la parte inferior de sus
braguitas -unas braguitas rosas, minúsculas-, sin ninguna
dificultad.
Alfredo, que se encontraba detrás de la chica, no quitaba ojo
del espectáculo que se desarrollaba delante de sus narices.
“¡Joder como esta la niña…! ¡Para mear y no echar ni gota!”
Se le estaba levantando a marchas forzadas. “¡Fffff… Lo que te
iba a hacer yo a ti…! ¡Te iba a poner perdida…!” Decidió
forzar la situación, señalándola partes de la maqueta que se
encontraban en lugares a los que ella solo podía mirar bien si
se agachaba mas aun. Linda, que no era tonta, sabia de sobra
cuales eran las intenciones de Alfredo al indicarla que se fijase
en los detalles mas ridículos de aquel paisaje a escala reducida;
pero este juego la excitaba. Al igual que su hermano con la ex
mujer de Alfredo, ella llevaba mucho tiempo deseando a este,
y, mucho mas lanzada que Emilio y con mas ganas aun de
perder el virguito, sobre todo si se trataba de perderlo con
Alfredo, para el que inconscientemente se había estado
reservando, comprendió de inmediato que había llegado su
momento; que si dejaba escapar esta oportunidad sabría Dios
cuando se la iba a volver a presentar otra la mitad de buena.
-¿Y esto de aquí que es, Alfredo? -le dijo señalando un objeto
justo a sus pies, para lo que se tuvo que doblar completamente
hacia abajo, sin permitirse torcer las rodillas ni un ápice,
consciente del efecto que conseguiría con ello.
“¡Eso es gloria pura!” pensó Alfredo, al que no le llegaba el
aire a los pulmones al ver aquello. En aquella posición a Linda
se la veían completamente todas las bragas; estas, de un
algodón finísimo y caladas, casi transparentes, la adivinaban la
raja del culo en su totalidad. “¡Uy bonita, si voy con lo que te
doy…!” seguía pensando Alfredo cada vez mas berracazo.
“¡No me jodas…! ¡Se tiene que estar dando cuenta por
cojones… Esta no es boba! ¿Quiere rabo…? ¡Pues la voy a
dar rabo…!”
-Eso es un deposito de agua… -la contesto el en cuanto recobro
el aliento- …pero a mi la parte que mas me gusta de la maqueta
es la del túnel…, con el tren metiéndose por el…, y entrando
otra vez…, y volviendo a entrar… ¿A ti a que te recuerda…,
Linda…, preciosa? -adopto un tono seductor.
-Húmm…, no se… -dijo calculadamente ingenua, sin volverse
a mirarle- …metiéndose una y otra vez, una y otra vez, una y
otra vez… Nunca he visto nada que entre y salga tantas
veces… ¿Qué podría ser, Alfredo…?
-¿Me quieres hacer creer que nunca has visto una polla entrar y
salir de un coño, por ejemplo…? -se había decidido a jugar
fuerte. Bastaba ya de ambigüedades.
-¿Cuál? -al principio ella se sobresalto. No se esperaba un
cambio tan brusco en la conversación, una alusión tan directa,
pero en seguida se repuso de la sorpresa- ¿Una polla entrar y
salir de un coño…, Alfredo…? No. Ni tan siquiera he visto
nunca una polla. -no se iba a reír de ella.
-¿Te gustaría ver alguna…? -el sudor le corría ya por el cuello.
Se había vuelto todo miembro.
-Húmm… depende…
-¿Depende de que?
-De quien fuera la polla -su tono era cada vez mas zalamero.
-¿Y si fuera la mía…? -el polvo era inminente. Y entre eso, la
postura de ella, que aun no había cambiado, y tantas veces
escucharla decir la palabra “polla”, con esa vocecita… Estaba
que se daba con ella en los dientes.
-¡Ah! ¿Pero tu tienes una polla? -ala… Vuelve.
“¡Si, hombre! ¡No faltaba mas! ¡También jodería…!” Ya le
estaba hinchando los cojones la niña. “¿Se va a reír esta crìa de
mi…?” Si que lo hacia. Podía oir perfectamente una risita
ahogada. “Vas a ver tu… Ya te puedes dar por jodida.”
Linda, mientras intentaba contener las ganas de reír, espero una
contestación que esta vez estaba tardando mucho en llegar. De
espaldas a el, y ya incomoda por la posturita, no podía ver lo
que estaba haciendo Alfredo ni que cara se le había quedado…
Después de un momento, escucho sus pasos acercarse hacia
ella. Se paro justo detrás… “¿Qué va a hacer?” Noto las manos
de el en su culo… “¡…!” Comenzó a deslizar lentamente sus
braguitas hacia abajo… “¡No me lo puedo creer…!” pensaba
mientras cerraba los ojos y se mordía el labio inferior. Sintió
como el se agachaba y su aliento cerca…, muy cerca de su
carne… “¡Va a hacerlo…!” se la disparo el corazón. De
repente, volvió a notar las manos de el en sus nalgas…
separándolas suavemente… Un segundo mas tarde una lengua
se abrió paso entre su vagina. “¡Ooohhh…!”
-Mmm… mmm… mmm… ¡Ahhh…! …¿te gusta así…,
cielo…? -le dijo Ainhoa, sacándosela de la boca.
-…siii…siii…siii… -la contesto suspirando Emilio. Todavía no
se acababa de creer lo que le estaba ocurriendo. “¡Me la esta
chupando…!” Mirar hacia abajo y verla a ella con su polla en
la boca, alternando miradas hacia el con caidas de ojos, era
algo que nunca hubiera podido imaginar que le sucediera fuera
de sus fantasías.
-…mmmm… …si llego yo a saber que tienes un pollón así no
hubiera esperado tanto… …que grande… …a las chicas las
tienes que volver locas… ¿Eh? -no paraba de masturbarle
lentamente mientras le decía esto, mirándole la polla con una
sonrisa en los labios.
-…es la… primera vez que estoy con una mujer… ¡Ahhh…!
-…mmm… …me lo suponía… ¿…como has podido
desperdiciar esto tanto tiempo…? -y la volvío a engullir-
…mmmm…
-…solo téngo…dieciséis años… ¡Fffff…! -dijo, cerrando los
ojos.
-…solo dieciséis… -volver a escuchar esto la excito aun mas-
…no te preocupes… yo te voy a enseñar todo lo que tienes que
saber… -y se levanto.
Ainhoa se puso en pie y comenzó a quitarse el albornoz, todo
esto sin dejar de mirar felinaménte a Emilio… El albornoz
cayo al suelo. Vaya tipazo. Emilio pensó que no había visto
nunca una mujer así ni en las películas. Sus tetas ya las había
podido entrever un rato antes, pero ahora, sin tapujos, le
parecían mas esplendidas aun. Las caderas eran
impresionantes… Mareaba mirarlas. El vientre plano… Su
piel, pese a ser tan rubia, tenia un color tostado que, en
contraste con su pelo, la hacia parecer una veinteañero… Y su
coño… Su coño. Emilio se quedo sin aire al verle… Era lo mas
bonito que había visto nunca. Tenia depilados los bordes y solo
quedaba una línea del grosor de un dedo en medio. Su color,
también rubio, era algo mas oscuro que el otro… Ainhoa, al
ver la delectación con que la miraba Emilio, giro lentamente
sobre si misma, paladeándolo, coqueta. Después de toda la
serie de maravillas que había visto en un momento, no se
esperaba Emilio que quedase la mayor de todas… Su culo.
Respingón. Duro. Firme. Bronceado. Redondo. Ni demasiado
grande ni demasiado pequeño… El tamaño perfecto. El culo
perfecto.
Un culo del copón.
-¿Te gusta…? -le pregunto ella de espaldas a el, con las manos
sobre las caderas, volviendo la cabeza para mirarle con la mas
intensa y seductora de las miradas.
Emilio asintió absorto, sin articular palabra. Ella giro
nuevamente y se acerco a el…, se detuvo apenas a un metro
suyo. Comenzó a acariciarse el clítoris…, sus dedos jugaban
con el en movimientos circulares…, despacio…, muy
despacio… -Ahogo un gemido.
-Yo he hecho algo por ti… …te he dado placer con mi boca…
…¿no crees que deberías hacer lo mismo por mi…? -le dijo
ella, sentándose en el sofa frente a el y abriendo sus piernas,
que había también colocado encima. Con dos dedos de una
mano abrió los labios de su vagina, invitándole con sus
lascivos ojos a aproximarse y tomarlo…
Emilio acerco lentamente su cara hacia aquello con lo que ella
retozaba… Ver de cerca sus pliegues, su abundante flujo, que
el podía perfectamente oler, tenia sobre su persona un efecto
paralizador. Nunca antes había hecho algo asi…, no sabia
como comenzar… Ella noto su indecisión… “Ven… Es fácil…
-le dijo tomando su cabeza y acercándola cuidadosamente
hacia su intimidad- …solo tienes que pasar tu lengua
suavemente por aquí… -se indico el clítoris- …lamerlo con
dulzura… …meterla dentro… …follarme con ella…
…hazlo, por favor… -continuo susurrando, mientras su vientre
palpitaba convulsivamente presa de la excitación.
Acerco el la lengua y comenzó a hacer lo que ella le había
pedido. No pensaba que tuviera aquel sabor… Esperaba un
sabor fuerte. No lo era. Era agradable…, ligeramente salado…,
no sabría como definirlo… Sabia a hembra.
Jugueteo con su clítoris en su lengua… Lo sorbió con sus
labios… Lo lamió desesperadamente. Ella rodeo con sus
piernas su espalda… Gemía. Arañaba su cabeza. El continuo
lamiendo violentamente… Su clítoris… Su vulva… trago sus
fluidos… Cada vez mas ricos… Introdujo su lengua en su
interior… Fuerte… Muy fuerte… Ella chillo.
-¡Para… Por favor! -exclamo Ainhoa, aflojando la presión de
sus piernas sobre la espalda de el- ¡Me he corrido…
…cariño…! -se ahogaba- ¡Que bien me lo has hecho, cielo! -
ya mas tranquila. Le acaricio la cara…- Vamos a pasar la
mejor tarde de nuestra vida… Confía en mi. -le dijo en tono
cómplice- Espera un segundito…
Ainhoa se incorporo y salio de la habitación, sin dar ninguna
clase de explicación a Emilio, quien miro como se alejaba,
desnuda, con la vista clavada en su culo. “Es lo mas bonito que
he visto nunca…”
Volvió en un instante. Traía algo de la mano, el no veía que
era… Se acerco al equipo de sonido. “¿Te gusta la música…
cielo?” Ante el gesto de indiferencia de el, prosiguió “Es buena
para dar ambiente…” Coloco un cd, modulo un volumen bajo,
intimo. Sonó el “Under My Thumb” de los Rollings. Activo el
Repeat. “Me encanta esta canción para follar…” le dijo a el.
Se sentó a su lado. Le mostró lo que había ido a buscar: Una
papelina, un carnet y un billete de dos mil. “¿Te gusta la
coca…?”, “No la he probado nunca” contesto Emilio. “¿No
quieres una rayita…?”, “No, no. No quiero” su mueca no
dejaba lugar a dudas. “Esta bien…” le dijo ella sonriendo, y le
pellizco cariñosamente un carrillo.
Abrió la papelina, y se disponía a prepararse una raya en la
mesa de cristal cuando, al mirar la polla de Emilio, dura como
un canto, tuvo una idea mejor.
-Levántate, cielo… Hazme el favor. -le pidió ella.
-¿Para que? -se extraño el.
-Tu levántate… -y le echo una sonrisa ante la que el no se pudo
negar.
Se levanto Emilio, intrigado, y, tomándole ella la mano y
acercándole un poco hacia si, pillo un dosis de farla con el
carnet y la repartió uniformemente sobre su polla, ante el
estupor de Emilio, formando una línea perfecta. Enrollo
cuidadosamente el billete, se le coloco en el orificio nasal y,
arrimándose a la tranca “No te muevas, Emilio, ten
cuidado…”, se esnifo toda la raya de un viaje.
Emilio, inmóvil, miraba toda la operación con ojos como
platos. Al mirar hacia arriba y ver su cara, ella río.
Dejo Ainhoa el canuto estatal sobre la mesa y, aprovechando
que tenia el aparato de Emilio en toda su extensión frente a su
cara, se le llevo nuevamente a la boca. Aprecio un saborcillo
particular, conocido, en el miembro de el. Minúsculos restos de
farlopa que no había conseguido aspirar. Polla con sabor a
coca. “…mmm… …miel sobre hojuelas…” pensó ella.
-Sígueme… -le dijo levantándose, al cabo de otro rato de
frenética mamada.
Le guió a su habitación. Una cama de matrimonio. Ella bajo la
persiana y encendió dos lamparillas de noche; la ventana daba
al patio de luces, justo enfrente de la de su ex… No era plan.
“Desvístete…, no querrás acostarte así..” indico mas que
pregunto Ainhoa. Emilio llevaba los pantalones por las
rodillas, las playeras y la camiseta aun puestas. Se desnudo
completamente. Ella, por su parte, solo llevaba unas
chancletas. También se las quito.
-Ven… -le dijo ella mientras se tumbaba en la cama, boca
arriba, con un tono de voz apenas perceptible. Abrió las piernas
y doblo las rodillas.
Emilio se tumbo encima de ella. Comenzó a besarla, a comerla
el morro…, ella metió toda su lengua en la boca de el…; agarro
su polla con una mano y se froto con ella el clítoris.., después
la condujo hacia la entrada de su vagina y, con un golpe brusco
de pelvis, se la clavo hasta el fondo.
-¡Ahhh…! ¡Muévete…! ¡Así…! ¡Sigue Sigue Sigue…! -
imploraba Ainhoa rodeando con sus piernas la cintura de el y
enroscados los brazos en su cuello, quedando literalmente
suspendida en el aire… -¡Vamos…! ¡Vamos…! ¡Fóllame
Fóllame Fóllame!
Emilio empujaba fuerte… Daba golpes de riñón con todo su
brío. Las gotas de sudor de su frente resbalaban por sus
mejillas y caían en la boca abierta de ella. Puro gozo.
Ella, haciéndole presa, se apretaba contra su vientre, se retiraba
ágilmente, ligera, y dejaba que toda la enorme longitud de la
polla de el se deslizase completamente hacia el exterior, para
volver a atraparla una décima de segundo después.
-¡No puedo mas…! -dijo Emilio, jadeando- ¡Me voy a
correr…!
Ainhoa se desprendió de el y, agarrándole la polla, comenzó a
soplarle en el glande. “No te corras todavía…” le pidió, “Me
tienes que dar mas…”
Parecía que los soplidos habían surtido efecto… Emilio se
recupero a medias… Ella, aun con su polla sujeta en su mano,
colocando su cabeza justo encima de ella, dejo escurrir de sus
labios una copiosa cantidad de saliva que se deslizo por toda la
tranca. “Tiene que resbalar bien…” le dijo enigmáticamente,
“Ahora me vas a hacer algo que te va a gustar…” y, volviendo
su culo hacia el, separo sus nalgas dejando a la vista su esfínter
“Lámemelo… Se tiene que ensanchar… Si no, con todo eso
que tu tienes podrías destrozarme…”
“¡Por el culo…!” Al darse cuenta de ello, Emilio estuvo otra
vez en un tris de correrse… Le parecía increíble todo lo que le
estaba sucediendo en una sola tarde. Acerco su cara al ojete de
ella y, si bien en un primer momento le dio cierto reparo, pudo
mas la fuerza de la naturaleza y el sentido común que los
prejuicios mojigatos y pichatristes con los que, como la mayor
parte de la especie, había crecido.
Lo lamió. Y lo lamió. Y lo lamió. Por fuera. Introdujo su
lengua… Por dentro. Le gustaba. Le gustaba mucho. Lo
miraba. Se ensanchaba a ojos vistas… Se contraía suavemente;
parecía que tuviera vida propia… Ella gemía. Había dilatado
mucho… “…métemela ya…” Se la metió.
¡Que pasadón! ¡Aquello era la hostia…! Le apretaba bien la
polla. En aquella postura, ella de espaldas, la cabeza en la
almohada, mordiéndola…, el sobre sus rodillas, podía ver
perfectamente como entraba y salía su polla del culo de ella,
como su esfínter se iba hacia el cuando se retiraba. Ainhoa
cada vez jadeaba mas y mas alto… “¡Vamos, mi niño…!
¡Vamos, cabrón…!” Se estaba volviendo loco.
-¿…te gusta así…, niñita…?
-¡Ahhh…! ¿…como no me va a gustar…? -le dijo Linda con
un hilo de voz- …sigueee…
Alfredo continuo lamiendo el delicado coño de Linda
“…joder…” En aquella postura en que se encontraban, el,
mientras saboreaba los fluidos de ella, su nariz, en su esfínter,
registraba todo su olor mas intimo, mas secreto, mas suyo.
Se incorporo y, tomándola en sus brazos como a una recién
casada la noche de bodas, la llevo a su habitación. Ella no
apartaba su boca de la suya. La deposito suavemente en la
cama… La desvistió completamente mientras la besaba… La
quito toda la ropa… toda. Ni calcetines ni gaitas, solo una cinta
de cuero en el tobillo izquierdo. El no bajo la persiana; no se
dio ni cuenta. De habérsela dado, tal vez tampoco lo hubiera
hecho… Total, desde esa ventana la única persona que le
podría ver era su ex mujer, pues sabia que su hijo no se
encontraba en casa, y no le importaría en absoluto que lo
hiciera; es mas…, le gustaría.
De cruzarse con Linda en el portal, en el ascensor, se figuraba
que estaría buena…, pero no se imaginaba que tanto. Como
estaba. El cuerpo bien proporcionado, muy bien
proporcionado, las tetas redondas, como manzanas, la piel y el
pelo, en puro contraste con los de Ainhoa, conseguían un
efecto no menos devastador. Linda, de pelo negro y tez blanca,
parecía el negativo de su ex mujer; aunque igual de apetecible.
Se desnudo el también y se echo en la cama junto a ella. Linda,
al ver su polla, tiesa ya como un garrote, dejo escapar un
sonido de exclamación.
-No pensaba que fueran tan grandes… -le dijo, sin poder
apartar la vista de ella.
-Es que no todas son tan grandes… -la contesto el, ufano- ¿Es
cierto que nunca habías visto ninguna…?
-…si… -ensimismada. Esta afirmación le había llegado a el al
alma.
-¿…y que te gustaría hacer con ella…? -la dijo, bajando el tono
de voz.
-…chuparla… -cada vez mas inaudible.
-¿…sabrías como hacerlo…?
-…déjame probar… -y gateo hacia el.
La tomo en sus manos. Dejo deslizarse hacia abajo la piel del
prepucio, dejando al descubierto el glande. Estaba absorta. Lo
volvió a subir. Pausadamente. Lo volvió a bajar… “¿Qué va a
pensar este hombre de mi…? -paso por su cabeza- …me dobla
la edad…, sabe que se que es divorciado y con un hijo…,
apenas nos conocemos…, solo hemos hablado unas pocas
veces en el ascensor… Y ahora me esta viendo aquí…,
desnuda en su cama…, viéndole a el también desnudo…, y
jugando con su polla… Pensara que soy una putita…” esta idea
la excito aun mas… Ya no pudo contenerse… Abrió la boca…
y, lentamente, se trago toda la polla de Alfredo… Hasta lo mas
profundo de su garganta.
-¡Niña…! ¡Que bien lo haces…! ¡Fffff…! -Alfredo no podía
creer que, para ser la primera vez de ella, lo hiciera tan
magníficamente…, si acaso un poco rápido…- ¡Espera…! ¡No
vayas tan deprisa…! ¡Un poco mas despacio…! -le hacia algo
de daño al rozarle con los dientes en el capullo- ¡Así…!
…bien… …así…
“…que rica esta…” pensaba ella. Siguió mamando… Se la
saco de la boca… Paso nuevamente su lengua a lo largo del
tronco del miembro… Le dio un beso cariñoso en la punta del
glande…, sonriendo… Mientras hacia todo esto, el no dejaba
de masturbarla…, masajeaba su clítoris… Ella se retorcía…
-¡Ahhh…! ¡Por favor…! ¡Métemela…! -le pidió.
-…ven aquí… …móntate encima de mi… -la cogió por los
costados…, la atrajo hacia el…, hizo que se colocara a
horcajadas encima suyo…, frente a frente…, apunto su polla
hacia la entrada de su coño…, metió solo el capullo en el…,
ella lo contemplaba todo…, jadeando… “…por favor…”, casi
era una suplica hacia el…, empujo un poco…, luego mas…,
hasta que entro toda… -…ten…
“¡Aaaaaaaahhh…!” chillo Linda. Siempre había pensado que
aquello dolería la primera vez… A ella no. Se agito encima…
Zarandeo el culo arriba y abajo…, cada vez mas deprisa… Le
miraba a los ojos… Les cerraba y echaba la cabeza hacia
atrás…, gimiendo… El miraba sus tetas…, el surco que
formaba su canal, tremendamente definido…, increíble…,
parecía una cicatriz…, nunca había visto otro igual… Ella
comenzó a moverse circularmente…, serpentinamente…,
culebreando… “¡Para Para Para Para Para…! ¡¡Que me corro!”
dijo Alfredo, atropellándose con las palabras. Salio de ella
bruscamente. Apretó los dientes… Cerro con fuerza los ojos y
los puños… Casi.
-¡Úfff…! Espera un momento, preciosa… -la dijo, recobrando
el aliento- …por que poquito…
“Ponte así…” la pidió, y la colocó de rodillas, con los codos
apoyados en el colchón. Se situó detrás de ella, quien, al verle
allí, contoneo sinuosamente el culo…, otra vez describiendo
círculos…, serpenteando… “Esta me mata…” pensó el. Volvió
a apuntar su polla… Y se la volvió a meter.
Plás, plás, plás, plás, plás, plás, plás… Su pubis y su vientre
contra el culo de ella sonaban al golpear como cachetes…,
plás, plás, plás, plás, plás… Cada vez la frecuencia era mas
corta…, plás plás plás… Cada vez mas sonoro el impacto…
PLÁS PLÁS PLÁS… Se le ocurrió algo mas… “…cierra los
ojos… Te voy a dar una sorpresa…” la dijo. Se retiro y
escucho Linda que abría un cajón y luego el sonido de un
frasco al destaparse… No imaginaba que podía ser todo
aquello… Siguió con los ojos cerrados, conteniendo casi la
respiración… Unos momentos después, sintió como el dedo de
el aplicaba algo blando, pastoso, suave, sobre su ojete… Un
instante mas, y la sintió dentro… Llenando todo su culo.
-¡Aaahh…! ¡…Siiiii…! ¡…Que ricooo…! -casi voceaba
Linda. Nunca se la hubiera ocurrido que se tratase de eso.
Sentir como Alfredo, sin previo aviso, se la había endiñado de
golpe y porrazo en el mismísimo culo casi provoco, en un
primer momento, que los ojos se la salieran de las orbitas…
Ahora sentía que se iba a correr de un momento a otro, sin
poderlo evitar…
“Esto es lo mejor que me ha ocurrido nunca…” pensaba
Alfredo mientras seguía empujando con muchísima alegría…
En ese momento miro por la ventana y le vino una idea a la
cabeza.
Sin dejar de follar a Linda se recostó sobre ella hacia la
mesilla, cogió el móvil “…no te preocupes…, nos vamos a
divertir…”, y marco el numero de su ex mujer.
-¿…quien hostias puede ser ahora…? -se quejo Ainhoa al oír
sonar su teléfono en la mesilla, a un metro de ella, mientras
Emilio seguía metiéndosela por el culo. La estaban cortando
todo el rollo…
-…déjale… -la dijo el con la voz entrecortada- …no le cojas…
-¿…y si le ha ocurrido algo al niño…? -se alarmo ella¿
…como no le voy a coger…? …espera, corazón…, es un
segundo… -y se levanto a contestar la llamada.
-¿…Diga…? -su tono denotaba su alteración- ¿Si…? ¿Diga…?
-¿…Ainhoa…? Soy yo…, Alfredo… -no se había separado de
Linda… Seguían dándole.
-¡Ya te he conocido…! -le contesto con un tono de “No me
toques los cojones” en la voz- ¿Se puede saber que quieres…?
-¿Podrías abrir la ventana de tu habitación…?
-¿Para que…? -pregunto ella extrañada, sin comprender que
podía querer el bobo la minga de su ex marido.
-Tu hazlo… -y colgó.
“¿Quién era…?” pregunto Emilio. Ella no contesto. En su
confusión fue a levantar la persiana sin reparar en la situación
comprometida en que se encontraba. Desnuda y acompañada
de su vecino en el mismo estado. Subió la persiana de un golpe
y allí se encontró de frente a Alfredo cepillándose a la hermana
de su actual acompañante y mirándoles a ellos -pues todos
veían a todos- con idéntica cara de sorpresa.
Tras el choque inicial, Ainhoa y Alfredo reaccionaron casi al
unísono, intercambiándose miradas cómplices, mientras los
mellizos se cubrían ahora muy púdicamente sus respectivas
desnudeces, sin atreverse a mirarse el uno al otro, a no ser a
hurtadillas.
-No te cubras tanto ahora… -dijo Ainhoa volviéndose a Emilio,
después de guiñar un ojo furtivamente a su ex marido- Hace un
momento hacíamos tu y yo de todo… ¿A que viene ahora tanta
vergüenza…? -y, agachándose despacio hacia el mientras le
decía todo esto, retiro sus manos, con las que difícilmente se
cubría la polla, y volvió a llevarse esta a la boca.
“¡Madre que peazo rabo…!” dejo escapar Alfredo desde su
habitación, al ver la herramienta de Emilio. Linda, por su parte,
no perdía detalle de todo lo que ocurría en el otro dormitorio,
mientras, tímidamente, comenzaba a acariciar su clítoris.
Tímidamente. Muy tímidamente.
-Parece que te gusta lo que estas viendo… -la dijo Alfredo a
Linda haciendo un gesto hacia la otra habitación, donde su ex
mujer, también por su parte, no cesaba de chupársela a Emilio,
quien, al parecer perdiendo poco a poco el pudor, la acariciaba
la cabeza mientras tanto- …déjame que te ayude yo… -y,
acercando una mano hacia su coño, metió dos dedos dentro de
el, al tiempo que agachaba la cabeza para mordisquearla un
pezón…
Las miradas de los dos hermanos se encontraron mientras estos
comenzaron a gemir. Ainhoa fue la primera en darse cuenta de
ello.
-Esto es ridículo… -le dijo a su ex marido al otro lado del
patio- …¿Por qué estamos cada uno en una punta, y mirando lo
que sucede al otro lado…? ¡Venir aquí, Alfredo!
A este no le hizo falta que se lo dijeran dos veces… Se giro
hacia Linda y la pregunto con la mirada. Esta, en cambio, se
mostraba mas reticente a ir hacia allí. “¿Tu crees…?” le había
preguntado con un algo de temor en su voz. Emilio, por su
parte, miro sorprendidamente a Ainhoa al hacer esta la
invitación “…no te preocupes…, no va a pasar nada malo…
que no quieras que pase…” le había contestado ella a su
pregunta no formulada.
Un momento después, Alfredo llamo a Ainhoa bajando mucho
la voz “¡Psss…! …ehhh… …deja tu puerta abierta… …en
un minuto estamos allí…” “…vale…” le contesto Ainhoa, con
una sonrisa que a Jack Nicholson le hubiera costado Dios y
ayuda superar.
No fue un minuto, pero poco paso de el. Alfredo y Linda
cruzaron la distancia que había entre los dos vestíbulos -pocade
puntillas. Entraron en la casa de Ainhoa envueltos en una
bata cada uno. Ainhoa y Emilio, por lo que a ellos
correspondía, no llevaban puesto nada encima. Este seguía
cubriéndose -procurándolo- con las manos; ella no ocultaba
nada…
“¡Pónganse cómodos…!” había dicho Ainhoa teatralmente a
los recién llegados. “¡Dejen sus abrigos en el perchero…!”
Alfredo fue el primero en aceptar la invitación de desvestirse…
Tiro su bata en un sillón, quedando completamente en
cueros… Linda no fue tan rápida como el; tardo mas en
decidirse a desnudarse…, al final también ella se despojo de su
bata, quedando igualmente en pelota viva. En cuanto vio esto
ultimo, Ainhoa vio confirmadas sus suposiciones. “Aquí va a
haber un tomate de la hostia…” se dijo.
Hubo un momento en que se quedaron todos parados,
inmóviles, mirándose los unos a los otros, en silencio…
Ainhoa rompió el hielo.
-¿Cuánto hacia que no te la comía a ti…? -le pregunto a su ex
marido- ¿Cuatro años, tal vez…?
Alfredo asintió… Fue hacia ella… Se besaron… Ella le
masturbaba mientras lo hacían… Poco a poco, Ainhoa fue
descendiendo sin dejar de agitar su polla en su mano… Se la
metió toda entera en la boca… La saco por completo de ella…
Volvió a tragársela hasta el fondo… Apretaba con fuerza los
glúteos de el entre tanto…
Linda y Emilio asistían hechizados a esta escena. Ella, ajena a
la presencia de su hermano a tres metros escasos suyos, había
comenzado nuevamente a tantear su clítoris…, tímidamente de
nuevo… “¡Linda!” la recrimino Emilio… Ella se sobresalto al
oírle…, pero recupero la calma rápidamente… Siguió
observando como Ainhoa devoraba la polla de Alfredo…,
como este movía lentamente la pelvis hacia delante y hacia
atrás mientras posaba sus manos en la cabeza de su ex mujer…
Ainhoa se separo de el lentamente y, poniéndose de nuevo en
pie, se acerco a Linda…
-¿Te gusta lo que le hago a Alfredo, preciosa…? -la pregunto,
acariciándola un brazo.
-…s-si… -contesto Linda sin atreverse a levantar los ojos del
suelo.
-¿…Y no te gustaría a ti también llevarte una polla a la
boca…? -siguió, con marcada intención.
-…yo… -no sabia que contestar… La presencia allí de su
hermano no dejaba de intimidarla. Por otra parte, esa mujer,
con ese desnudo tan formidable y sus mas que evidentes
avanzadas artes amatorias, no contribuían a tranquilizarla.
-Dimeló, bonita… -Ainhoa la agarro suavemente la barbilla y
levanto con delicadeza su cara hacia la suya…- …no tengas
vergüenza…, nos conocemos desde siempre… Dime, bonita…
¿No te gustaría hacer a ti lo mismo…?
-…si… -contesto Linda, volviendo a bajar la vista al suelo…
Emilio, que lo contemplaba todo con ojos desorbitados, no
acababa de creerse que todo aquello estuviera ocurriendo allí
en realidad… Le parecía irreal ver a su hermana desnuda
delante de el, también desnudo, y hablando con una tercera
persona desnuda a su vez y siendo contempladas por otro
hombre que, para no variar, no llevaba nada encima y además
el cabrón se la estaba pelando, despacio, eso si, en esos
momentos…
-…pues si quieres… ¿Por qué no lo haces…? -prosiguió
Ainhoa con Linda, sonriéndola dulcemente- …además…, aquí
tienes donde escoger…
-¿Cómo…? -se sorprendió Linda. No podía haber dicho lo que
ella creía haber oído… Escucho una risa mal disimulada de
Alfredo.
-Si… Que tienes donde escoger… -y, tomándola del brazo, la
condujo hacia su hermano…- Alfredo… Acércate tu también
aquí… -este así lo hizo.
Se coloco Alfredo justo al lado de Emilio, hombro con
hombro. Eran casi de la misma estatura; un poco mas alto el
segundo. Pero cuando Ainhoa retiro por segunda vez las manos
de este bajo su vientre, las diferencias se hicieron evidentes…
-¿Cuál de las dos te gusta mas…? -la pregunto Ainhoa- Como
ves…, la de tu hermano es bastante mas grande… -al decir
esto, agarro la polla de Emilio y comenzó a masturbarle… El
ahogo un gemido…- …de todas las maneras, yo esta tarde he
chupado las dos…, pero tu solo una… ¿Sabes cual te falta…? -
añadió malignamente al tiempo que elevaba la polla de su
hermano hacia ella…
Puso Ainhoa las manos en los hombros de ella y la hizo
descender lentamente frente a su hermano… Linda no opuso
resistencia… Ya en cuclillas, con la cara frente a la familiar
verga, “No me la imaginaba tan gigantesca…”, Ainhoa la pidió
que abriera la boca… Linda obedeció… Llevo la mano la
primera hacia la nuca de la muchachita y, ya allí, empujo su
cabeza suavemente contra la polla de Emilio, su hermano…,
hasta que esta desapareció hasta la mitad en su boca…
Alfredo y Ainhoa miraban todo esto con expresión embobada.
Linda fue desinhibiéndose…, comenzaba a agitar mas
rápidamente su cabeza… No soltaba la polla de su hermano de
su boca…, ahora describía movimientos circulares con la
primera al tiempo que tragaba todo lo que podía con la
segunda… “…la polla de mi hermano en mi boca…
¡Ooohhh…!” El vaivén se hizo frenético… Ya estaba
completamente desatada… Emilio, a su vez, miraba a su
hermana con cara de pasmo… ¡Le estaba comiendo la polla a
el…! ¡No podía creerlo…! ¡Y además le gustaba…! Apretó
fuertemente la cara de Linda entre sus manos mientras
bombeaba dentro de su boca con fuerza… Ainhoa le retiro.
“¡La vas a ahogar…!” Cogió luego esta a Linda y la tumbo en
el suelo de parqué… El salón era amplio… Había espacio mas
que suficiente… Metió la cabeza entre sus piernas y la empezó
a comer el coño… Nunca había estado con otra mujer antes,
pero era algo por lo que tenia curiosidad desde hacia ya algún
tiempo… Mejor ocasión que esa ninguna… Además, la
vecinita la había puesto a cien…, mas de lo que estaba aun…,
y tenia un cuerpo precioso…
La encanto el sabor del chocho de Linda…, no pensaba que un
coño igual al suyo la pudiera resultar tan agradable…, pero así
era… “¿…como he podido perderme esto…?” Linda se
restregaba convulsivamente contra la cara de Ainhoa…, todo lo
que estaba pasando allí era nuevo e increíblemente excitante
para ella… “…me gusta… ¡Siii…!” pensaba. Alfredo se
coloco a horcajadas sobre el pecho de Linda y, sujetando su
cabeza entre sus manos, metió su aparato en la boca de ella…
Emilio tuvo que sentarse en un sillón. Miraba todo esto
alucinado, sin dejar de sacudírsela. Ainhoa coloco sus piernas
entre las de Linda hasta que sus coños se tocaron… Se frotaron
violentamente el uno contra el otro… Exhalaban… Como
consecuencia de sus respectivos flujos, los labios vaginales de
cada una se pegaban en los de la otra… “A ver si van a hacer
ventosa…” comento Alfredo, que siempre tenia que decir
alguna bobada, cuando lo vio… Ahora ellas chillaban…
Ainhoa se levanto y, despegando a Emilio de su sillón, lo
tumbo también en el suelo… Condujo a Linda hacia el e hizo
que se sentara encima de su polla… Linda así lo hizo,
chillando ya, arañando el pecho de su hermano, que la follaba
con todo su ímpetu… “¡Me estas follando… Hermano… Me
estas follando…!” le grito. Ahora Ainhoa se sentó sobre la cara
de Emilio… “¡Cómeme el coño… Cabrón… Así…!” gemía
como una loca ella también… Alfredo se coloco detrás de
Linda e, inclinándola la espalda levemente hacia delante,
separo sus nalgas y metió toda su polla en el culo de ella…
Hasta la empuñadura… Ahora Linda tenia la polla de su
hermano follándola el coño y la de Alfredo haciendo lo mismo
con su culo… Se volvía loca… No lo podía creer…
“¡Follarme. Follarme. Follarme los dos…!” bramaba… Acerco
su cara a la de Ainhoa, que por su expresión estaba a punto de
caramelo, y la metió toda la lengua en la boca… Ainhoa la
devolvió el beso, con mas violencia aun si cabe… Linda ya no
podía mas… Se estaba corriendo… “¡Me estoy corriendo…!
¡Me corrooo…!” grito… “¡Aaaaaahhh…!” Al oír esto, Emilio
y Alfredo, que estaban sacando fuerzas de flaqueza para
contenerse, no pudieron dominarlo un segundo mas… Se
corrieron a la vez dentro de ella… “¡Aaaaahhh…!” Gritaron
los dos al unísono… Al sentir Linda la leche hirviente por dos
conductos distintos a la vez dentro de si, intensifico su orgasmo
por diez… “¡Aaaaaaaahhhhh…!” Ainhoa, a quien, aun
corriéndose, Emilio no había dejado de comer, al ver todo esto,
al sentir todo esto, se dejo ir a su vez… “¡Aaaaahhh…!” Se
corrieron los cuatro a un tiempo, multiplicándose sus
respectivos orgasmos con los de sus compañeros por una
especie de sinergia…
“¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH……….!!!”
Por debajo, muy por debajo, aun sonaba “Under My Thumb”…
* * * * * * * * * * * * * * * * *
-¡Me cago en Dios! ¡¿Qué pasa ahí abajo…?! -rugió Paulo.
Paulo vivía en un cuarto piso, justo encima de el de Ainhoa.
Los alaridos que le llegaban de sus vecinos le acababan de
despertar del letargo en que le había sumido la ultima novela
de Fernando Sánchez Dragó, cuya critica le había encargado la
revista para la que el trabajaba. Ese era su oficio. Critico
literario.
Paulo solía firmar sus veredictos con su nombre completo,
Paulo Umberto Tornés Ossorio, del que se sentía muy
orgulloso al ser prácticamente el mismo con el que su padre,
del que había tomado sus apellidos artísticos, refrendaba a su
vez sus sentencias literarias: Francisco Alberto Tornés Ossorio.
Ambos debieron rubricar solo con sus iniciales en múltiples
ocasiones, dado lo extensa de su denominación.
De su padre le venia al primero su afición a la poda y tala de la
obra ajena. Era Francisco Alberto un ramplón critico y censor
literario, afecto al antiguo régimen, herencia esta que también
había legado a su vástago, “Lastima que ya no se permita la
censura oficial…” solía lamentarse aun el citado deudo.
Nostalgia de los oscuros golondrinos.
No consentía Paulo una pagina sin al menos setenta
floripondios; estaba de suerte ya que, aunque no lo quisiese
reconocer, vivía un momento esplendido con la moda
imperante entre muchos jóvenes escritores, políticamente
correctos y reaccionarios ante toda novedad no líght, de
revolotear sobre sus historias planas esparciendo perlas
estilísticas cuales gráciles palomas, consiguiendo efectos
aplatanantes. Dentro de un tiempo nos reiremos mucho
recordando a todos estos bisuteros.
Esta concepción de la escritura y esta fijación con lo lindo la
defendía el aguerridamente desde sus tiempos jóvenes; tiempos
en los que el, convenientemente asesorado por su señor padre,
también intento escribir, como si aquello pudiera comprenderse
con tan solo charlas plomizas o manuales llenos de obviedades,
reglas y pollas en vinagre, y tuviera menor importancia la
propia intuición.
Intento escribir de joven, pero no arrancaba, y cuando lo hacia
era con aspiraciones dignas, no las del clásico aficionado que
escribe, por ejemplo, sobre una ciudad, encadenando a sus
personajes de la manera mas tonta con la única intención de
pasar el rato describiendo el comportamiento de unos seres
ficticios o no tanto, no sus ansias de aventura o de partir hacia
septentrión en pos del Dorado. Lo de Paulo no era eso. Ni esa
puta autoindulgencia. Sus fines eran mucho mas elevados, y al
no alcanzar esas altas cimas que tan ambiciosamente se
propuso, ocultaba sus fracasadas intentonas en el fondo de un
cajón bajo siete llaves.
Esa era su finalidad. Convertirse en un gran escritor. Por eso
nunca escribió nada. Paulo o hacia las cosas bien o no las
hacia. También jodería…
En lo referente a sus preferencias literarias había también
heredado, como no, los gustos de su padre. Entre estos se
distinguía un nutrido grupo de escritores del fascio, sin que
Paulo valorara demasiado si allí había o no buena prosa, que,
por que negarlo, también la había -en todas partes cuecen
habas, ahí esta Céline-, otorgando mas importancia al discurso
fundamentalista y cerril.
De los escritores actuales le gustaban Fernando Vizcaíno Casas
y Ricardo de la Cierva, y poca cosa mas. Ni mencionarle algún
nombre en particular, bajo amenaza de seria reprimenda
tostonante: Henry Miller… “No cuenta nada… Pornografía.”
Paul Auster… “Bobadas…” Beckett… “¡Un loco!”
Bukowski… “¡Valiente marrano!” Virginia Despentes…
“¿Virginia que…?” Ya en terrenos mas recientes James Ellroy,
Barry Gifford, Michel Houllebecq o Bret Easton Ellis eran
tema tabú. A esos ni se les mentaba. Este defensor de la letra
impresa con intención solemne también tenia otra antipatía
personal. Quevedo. Nunca tolero las “Gracias y desgracias del
ojo del culo”. El se lo perdía.
El salón, donde se encontraba, estaba presidido por un retrato
de Franco y otro de Napoleón. El enano maligno y le petit
cabrón frente a frente. Se levanto del butacón. Tenia sed. Fue
hasta la nevera para echar un trago de agua. En la cocina la foto
del Papa cerca de la bandera nacional, como cantaba La Polla.
No había quien aguantara el calor dentro de la casa, mejor salir
a dar una vuelta. Se puso la chaqueta del traje, se coloco la
corbata que no se había quitado, se arreglo los cuatro pelos con
un peine desdentado y bajo a la calle; allí por lo menos corría
un poco el aire.
Paseo durante un buen rato, siempre por la sombra; el medico
le había aconsejado que caminara algo todos los días. De
pronto, un niño de unos cinco años en el que no había reparado
antes, le tiro de la manga.
-¡Señor…! -le dijo el chavalín. Sus ojos estaban enrojecidos,
como si hubiera estado llorando durante mucho rato, cosa que
era palpable por la humedad de sus mejillas y un moqueo
abundante, mal limpiado, de su nariz- ¡Señor…! -repitió con
voz trémula- ¡…mi papa ha matado a un señor…! -y señalo
hacia el callejón que se encontraba a sus espaldas.
Con la que estaba cayendo y le venia un crío diciendo
tonterías.
-¡Niño…! ¡Anda por ahí…! -y, desenganchándole de su
manga, siguió calle abajo.
El niño miro como aquel señor desaparecía a lo lejos en una
calle por la que, a esas horas, no pasaba casi nadie. Era la
tercera persona que encontraba desde que saliera de la calleja y
todas le habían dado parecida o idéntica contestación. Volvió a
implarse. Volvió a llorar.
Un rato mas tarde, por el mismo sitio por el que había llegado
el ultimo hombre, se acerco una joven con un pantalón de
chándal y una camiseta de Charles Mason. El niño la detuvo y
repitió la misma historia que había contado ya tres veces antes.
“¿Cómo dices…?”, le contesto ella, visiblemente
impresionada. Esta vez parecía que había tenido éxito.
Tomándola de la mano la condujo al callejón, era un pasadizo
muy largo, y allí, casi en el fondo, señalo a un tipo tendido en
el suelo. Era cierto. Aquel hombre estaba muerto. Su rostro, si
aun se podía llamar a aquello así, apenas podía verse, oculto
como estaba por una gruesa capa de moscas de todos los
tamaños y colores que habían acudido a el a darse el festín. La
chica se quedo de un aire. Jamás pensó que llegaría a ver algo
así.
-¡Le ha matado mi papa…! ¡…se ha ido corriendo…! -decía el
crío sollozando. Ella no parecía escucharle. Estaba
boquiabierta contemplando el cadáver. Después de un rato,
algo mas repuesta, volvió la vista al niño.
-¿Y tu…? ¿Cómo te llamas? -le pregunto, acariciándole un
carrillo rechonchete.
-…Miguel… -la contesto tímidamente. Parecía, sin embargo,
que algo se había consolado.- ¿Y tu…? -la pregunto a su vez.
-Lita. -dijo fríamente.
-¿Lita…? -volvió a preguntarla, extrañado.
-…Bueno… Me llamo Obdulia, pero todos me llaman Lita…
Y tu…, niño…, -añadió en tono enigmático- …vas a tener el
honor de ser el primero de mi lista… -concluyo mientras se
agachaba.
-¿…de ser el primero de… -no pudo terminar la pregunta. Lita
había sacado un punzón de su calcetín y, sin dar tiempo al niño
a reaccionar, se lo clavo en el ojo derecho a este con todas sus
fuerzas, perforándoselo por completo hasta tocar el cerebro…
El pequeño permaneció apenas un segundo en pie…, luego
cayo, muerto, produciendo un sonido seco, raro, al chocar su
cabeza violentamente contra el suelo. A Lita la gusto mucho
ese sonido.
Esa noche, un individuo de unos cuarenta años entro a mear a
un callejón. Según lo hacia vio, casi al fondo, dos bultos. Se
acerco a ellos. No podía ser posible. Uno de ellos correspondía
a un hombre, adulto al parecer, con el rostro destrozado y
cubierto de moscas, por lo que pudo distinguir en la tenue luz
que llegaba de una farola lejana. El otro no era mas que un
niño, con la cabeza vuelta al lado contrario al que se
encontraba el. Se acerco al segundo. Cuando le pudo ver de
cerca, comprobó que en uno de sus ojos habían clavado
profundamente un objeto… Un destornillador, un punzón…,
no podía saber cual… Solo el mango de este sobresalía al
exterior.
Llevo su mano al pecho del niño… No respiraba…, no latía su
corazón. Estaba muerto. Lo cogió entre sus brazos y echo a
andar…, hacia el fondo del callejón. Ya allí, en la esquina mas
oculta, deposito al niño en el suelo y le bajo por completo el
pantalón… Luego, comenzó a hacer lo mismo con los suyos…
Félix García Fradejas.
Abril 2002.

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