jueves, 20 de octubre de 2011

METÁFORA

Su silueta era una melodía. El se había embriagado ya tantas
veces de ella que conocía como a su propio ser, o como le
hubiese complacido conocer a su propio ser, hasta la mas
recóndita comisura de la arrebatadora geografía de aquella
mujer, pero no por ello dejaba de maravillarse cada vez que se
aventuraba en su confortable misterio.
La beso. Sus lenguas iniciaron una danza húmeda, frenética,
clandestina, mordisqueo sus labios con la violenta
irresponsabilidad del niño que por amarla lastima a su mascota,
hasta que una delatora gota de sangre rodó por ellos.
Se tumbaron en la cama, desnudos, piel contra piel, trazando
con sus movimientos arabescos solo comprendidos por los
amantes, de fondo sonaba tenue 7 Seconds de Neneh Cherry.
El lamió sus turgentes pezones, los pellizco y regreso a su
boca, otra vez la beso con igual intensidad para después alzar
su cabeza y contemplarla: podía tratarse de la mujer mas
dolorosamente bella con la que jamás hubiese estado. Ella ya
se había despojado de la venda con que cubria sus ojos al
entrar en la estancia y permitía ver estos, del color del cielo que
sueña el que nunca tuvo cielo, simétricamente felinos, le
miraban con un ardor con el que pocos osan soñar ser mirados,
mientras sus labios anhelantes apresaban un mechón ondulado
de su cabello, largo y de inquietante color. Hay pecados por los
que merece la pena condenarse, es evidente. Inicio el con su
lengua a continuación un paseo por el cuerpo de ella, comenzó
en su cuello y descendió, demorándose en su ombligo para
luego proseguir hacia su pubis, sorbió el gusto salado de su
clítoris y libo su calida gruta, a su vez, ella apoyaba sus pies en
la espalda de el en tanto que dibujaba con sus uñas veredas en
sus costados.
Llego el turno de ella de recorrer con sus labios y su lengua el
cuerpo de su compañero. Siguió idéntica ruta que antes el. Se
deslizo sinuosa por su boca, su cuello, su pecho, su abdomen,
hasta culminar el trayecto en su miembro, pétreo, refulgente,
ígneo en su boca en la que ella lo acogió, inaugurando así un
compás febril en el cual ella sentía su glande, como si de una
prolongación del corazón del hombre se tratara, latiendo en su
garganta.
Introdujo luego el su órgano en ella, después de haber
acariciado con este su clítoris, propiciando una respuesta
electrizante de la venus. Comenzó así el acompasamiento,
progresando hacia una frenética cadencia en la que ella debajo
de el recibía sus embestidas al tiempo que sofocaba sus
gemidos mordiendo su propio dedo, después de un momento
apremiantemente largo o agotadoramente corto ella se
incorporo y, mostrándole sus nalgas, se separo los glúteos con
las manos y sumergió un dedo en su esfínter, al tiempo que le
dedicaba una mirada cargada de significados, invitándole.
Jadeos, sollozos, gritos, presión del ano de ella en el miembro
de el hasta que este, desprendiéndose de ella y sintiéndose en el
limite de su capacidad de resistencia, la pidió su boca, ella,
ávida, la ofreció, recibiendo en ella hasta la ultima gota de
aquel jugo en que el se derramo.
-Y ahora haz el favor de no roncar, que tengo sueño -la dijo,
dándose la vuelta.
-”Anda… Así te mueras… Hijoputa…” -pensó su esposa.
Félix García Fradejas.
Diciembre 2000.

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