jueves, 20 de octubre de 2011

LA PAJA EN EL OJO AJENO

Era el primer día de sol desde hacia mucho tiempo, de modo
que Víctor decidió salir a dar un paseo. La calle estaba llena de
gente que, como el, quería disfrutar del buen tiempo.
No llevaba mucho rato caminando cuando tuvo esa sensación
que a veces se tiene de ser observado. Miro hacia atrás y vio
que a unos metros de el se aproximaba una mujer
completamente desnuda que le miraba fijamente.
Se quedo quieto, atónito, pero domino su desconcierto y al ver
que ella no le quitaba la vista de encima se dijo que si
continuaba parado aquella tarada era muy posible que le
montase un numero, así que siguió su camino decidido a
dejarla atrás y convencido de que era una pirada y alguien
tendría que venir a detenerla. No fue así. De vez en cuando
Víctor volvía la cabeza y allí seguía ella a la misma distancia y
clavándole la vista. Era una mujer de aproximadamente treinta
años, alta, delgada, curvilínea, pelo castaño largo y liso y muy
atractiva, de una belleza serena. Víctor no comprendía como no
venia nadie a arrestarla “esta en su derecho de ir así, pero no
me jodas…” pensaba. No le molestaba su desnudez, para nada,
pero si que lo siguiera en esas condiciones, y además llevaba
un rato constatándose de que el gentío la miraba tanto a ella
por su estado como a el por perseguido.
Apretó el paso y se metió por la primera calle que le salio a su
derecha, se volvió y.. ahí seguía ella, acoplando su paso al de
el. La situación se le antojaba cada vez mas gilipollas: una tía
como un queso siguiéndole en pelotas y toda la gente con que
se cruzaban -parecía que ese dia todo el puto mundo había
bajado a la calle- mirándoles A EL TAMBIÉN como a dos
bichos raros. “¡Paso de estar haciendo el lerele toda la puta
mañana! -se dijo Víctor- ¡Me voy a parar y que sea lo que Dios
quiera!” y se paro. Al momento, todos los mirones que allí
había -muchos de ellos los habían seguido- se detuvieron
expectantes para ver lo que ocurría. Víctor espero a que la
lironda llegara a su altura, y cuando esta lo hizo se detuvo
frente a el y siguió mirándole sin decir palabra. Víctor
determino hacer lo mismo, pero la presencia de una mujer de
ese calibre completamente desnuda y que a su vez le
desnudaba a el con la mirada consiguió que le excitara, cosa
que a ella no paso desapercibida.
-Caballero -le dijo ella, mientras bajaba la vista hacia su
bragueta-, veo que tiene usted una erección… ¿Le importaría
que le lamiera la polla?
-¡Pero esta tía esta loca! -dijo Víctor, que no se lo acababa de
creer, y se dio la vuelta decidido a marcharse de allí.
“¡Maricón!” “¡Idiota!” “¡Payaso!” le voceo la multitud,
haciéndole corro e impidiéndole irse. “¡Habrase visto que tío
mas bobo!” “¿Será posible?” continuaban gritándole. Un
hombre que allí estaba se adelanto a el y le planto un puñetazo
en la cara, otro le dio una patada en los huevos, otro mas un
cabezazo en plena jeta. Al momento todo el gentío se echo
encima de el y le sacudían donde podían. Una vieja, después de
que le hubieran desnudado, le metía la cachaba en el culo,
“¡Degenerado! ¡Sinvergüenza!” le gritaba mientras. Un tipo
que por allí pasaba pregunto que ocurría; “¡Este pelele! -le
contesto una mujer histérica- ¡Que se la han querido chupar y
no se ha dejado!”. “¡Me cago en su puta madre!” exclamo el
curioso, y le ensarto a Víctor tres navajadas en el estomago.
A las dos horas yacía el cadáver de Víctor tirado en la acera.
Un niño que paseaba de la mano de su madre la pregunto:
-¿Qué le ha pasado a ese señor, mama?
-Que le han matado.
-¿Por qué le han matado, mama?
-Por gilipollas.
Y siguieron paseando.
Félix García Fradejas.
Marzo 2001.

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