jueves, 20 de octubre de 2011

INCUESTIONABILIDAD

-…han… sido… mis padres… …han… sido…. mis padres…
Mientras deliraba repitió esta letanía durante toda una noche,
con la voz apagada, rota.
Siete u ocho años calculaba el personal de urgencias que
tendría Julián. Se lo habían preguntado, pero, aparte de su
nombre y de quienes eran los causantes de su estado, no pudo
responder a nada mas. Se encontraba en estado de shock.
Lo había llevado al hospital una mujer que, como dijo mas
tarde al medico que atendió al niño, lo encontró vagando por
una calle apenas transitada, con la cara y los brazos llenos de
sangre y moratones y, tal vez lo que mas la impresiono a ella,
la mirada completamente perdida. Unos ojos azul cielo que
parecían haber visto lo indecible.
Tabique nasal roto. Muñeca y brazo derechos fracturados.
Contusiones severas en cráneo, ojos, pómulos, boca, así como
en el resto del cuerpo. Cinco piezas dentales arrancadas de
cuajo por la misma razón. Quemaduras de cigarro en brazos,
vientre, orejas, plantas de manos y pies, pezones y genitales.
Desgarramiento de esfínter anal. Marcas de mordiscos en la
espalda… Múltiples hematomas por toda su anatomía como
consecuencia de la infinidad de golpes que había recibido.
“…que hijos de la gran puta…” musito el doctor al efectuar el
primer reconocimiento.
Al día siguiente de su ingreso y ante las preguntas de los
médicos y enfermeras, Julián comenzó a relatar los hechos, al
principio reticente, pensando que estaba cometiendo una
traición imperdonable hacía quienes mas amor y respeto debía,
pero decidido a quitarse de encima esa losa, no se dejo nada en
el tintero.
Al parecer, este trato dispensado por sus padres venia ya de
tiempo atrás, tanto que no podía concretar en que momento
empezó todo. Desde que tenia memoria recordaba las violentas
discusiones entre sus padres, como estos le miraban con los
ojos inyectados en sangre cuando el rompía a llorar y la
posterior brutalidad de ambos. Palizas horribles y violaciones
no menos monstruosas bajo la amenaza de matarle si se le
ocurría contar algo de eso a nadie. Pero la ultima vez había
sido la peor, con diferencia. Ya solo quería que aquello
terminara. Pensaba que tal vez seria mejor que le matasen a
continuar viviendo ese infierno.
El hospital curso la correspondiente denuncia de oficio y,
después de un mes en el que Julián se recupero parcialmente en
el pabellón de pediatría mientras que sus padres eran recluidos
en régimen de prevención, se celebro el tan temido juicio por
parte del niño.
Debido a una repentina enfermedad pulmonar, el juez
encargado del caso hubo de ser sustituido. Don Justo Arribas
Paña fue el magistrado a quien se encomendó el reemplazo.
Llego el diía. El ambiente en los tribunales no podía ser mas
tenso. En la sala, Julián, temblando en un banco contiguo al de
sus padres, que no le habían vuelto a ver y al que miraron con
odio, vio entrar a un juez culón de andares pollinos y expresión
fanática que le dirigió una mirada de repulsa. Comenzó la
vista.
Los primeros llamados a declarar fueron los padres.
Testimonios del tipo este niño miente, nosotros no le hemos
puesto nunca la mano encima, desde siempre ha sido un
demonio que nos ha intentado hundir a nosotros que tantísimo
hemos hecho por el se sucedieron unos detrás de otros.
Después de escuchar la declaración de los acusados con no
disimuladas muestras de consternación, don Justo hizo salir al
estrado a la victima.
Julián repitió allí todo lo que ya antes había contado a los
médicos y a un señor con gafas que le decían era su abogado y
que le volvía a preguntar lo mismo, y mas. La exposición del
niño duro al menos hora y media, durante la cual sus padres no
dejaron de atravesarle con sus ofidios ojos. Concluida su
declaración, el juez le ordeno volver a su sitio y se pronuncio el
a su vez.
-A mi modo de ver -dijo don Justo a la sala- lo que tenemos
aquí es una tremenda equivocación. No es tan importante si lo
que dice la acusación es verdad o es mentira como el hecho de
que este niño, Julián, -dijo señalándole con furia en el
semblante- es capaz de cuestionar lo incuestionable de la
incuestionabilidad familiar… -hizo una pausa significativa-
¡Este niño es puro odio. Pura maldad! ¡¿Cómo es posible que
un hijo se atreva a lanzar contra sus padres tan terribles y
desproporcionadas acusaciones, sean estas ciertas o no
ciertas?! ¡¿Tenemos acaso nosotros, la justicia, que
consentirlo?! ¡¿Qué clase de respeto les profesa a quienes le
dieron la vida?! ¡La familia, el pilar base de nuestra sociedad,
esta aquí siendo atacada y vilipendiada por un mocoso! ¡¿Qué
clase de país podemos construir si permitimos que un simple
niño pierda el deber de defender, e incluso pisotee, a su mas
sagrada institución?! No veo otra medida a tomar contra este
desagravio que la de ordenar la inclusión de este niño, hasta su
mayoría de edad, en un centro correccional estatal donde sera
debidamente castigado, educado y encauzado hacia una
formación mas respetuosa para con nuestra sociedad…
Señores… Señoras… El veredicto esta emitido y la sentencia
se llevara a cabo en un plazo de quince días a partir de hoy,
quedando mientras tanto Julián López Jimeno bajo la custodia
de sus padres y tutores… Vista concluida. -y cerro el discurso
con un fuerte y solemne mazazo justiciero.
Julián permaneció quieto, inmóvil, ausente, mientras don Justo
se levantaba y mandaba desalojar la sala, con la vista dirigida
hacia un punto inexistente detrás del sillón del juez y la mirada
completamente perdida. Unos ojos azul cielo que parecían
haber visto lo indecible.
Félix García Fradejas.
Mayo 2002.

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