lunes, 24 de octubre de 2011

LÓPEZ HUERTAS, 36

“Chica de 30 años, morena, 1’77 cms, tendría contactos con
caballeros. +o importa edad, raza ni estado civil. Solo pido
seriedad y fantasía”
Este es el anuncio que tengo, acompañado de mi numero de
buzón, en el teletexto de una cadena televisiva. No hago esto
por dinero, no soy una prostituta, lo hago simplemente por
placer, sin cobrar un duro. Supongo que la gente podría
definirme como ninfómana, pero a mi no me gusta nada ese
termino. ¿Porque me guste el sexo y procure disfrutar de el
siempre que me sea posible no teniendo pareja estable tengo
que ser una enferma o una guarra? No. Pero en esta puta
sociedad es natural que se me vea así, cosa que me da
absolutamente igual. Estamos aquí cuatro días y tres lloviendo,
de modo que nadie va a decirme lo que tengo o no que hacer
con mi vida. Además, si un día no me voy a la cama con nadie
no me pasa absolutamente nada.
Trabajo como químico en un laboratorio farmacéutico y
comparto piso con dos amigas, pero mis contactos los realizo
en un apartamento que tengo en la calle López Huertas. Quizá
mi pasión por el sexo se deba a una reacción subconsciente a
una educación infantil casi -por no decir del todo- dictatorial.
Mi padre era -y lo sigue siendo- un hombre ultraconservador,
ultracatólico, ultraderechista y ultra capullo; no así mi madre,
que era -y también lo sigue siendo- una persona mucho mas
racional e infinitamente mas benevolente -no entiendo como
pudo casarse con un tipo semejante-. Recuerdo que una vez,
siendo yo niña, mi padre amenazo con su paraguas a una pareja
que se besaba en el vagón del metro en el que el y yo íbamos;
en otra ocasión me propino un tortazo y a mi madre unos
cuantos mas al ver el bikini que esta me había comprado,
gritándola: “¡Va a ser una puta -tenia yo doce años- y todo por
tu culpa!”. También recuerdo su enojo la primera vez que vio
el anuncio de Fa, con aquella chica rubia con las tetas al aire,
“¡Esto es lo que nos ha traído la puta democracia!” dijo. Ahora
veo a mis padres una vez por semana, los domingos, que como
con ellos.
Me he apartado un poco del asunto. Estaba hablando de mi
pasión por el sexo. Y no es solamente pasión, sino también
curiosidad y otro montón de cosas. Siempre he pensado en
hacer un estudio sociológico sobre los hombres en el tema de la
jodienda, las diferencias que hay entre unos y otros, los
parecidos, las contradicciones…, pero me temo que no podría
ser muy objetiva, ya que una tiene -naturalmente- sus
preferencias. Por ejemplo, en cuestión de edad prefiero los
hombres que rondan los cuarenta que, generalmente, no solo
buscan su satisfacción. Los muchachos de veinte años van muy
deprisa: cuatro golpes de riñón y ya se han corrido, quedándose
una con las ganas y sin que a ellos les importe lo mas mínimo.
Los cincuentones y sesentones, salvo afortunadas excepciones
-me ha salido un pareado, je, je,- son otro cantar; a casi todos
les cuesta un triunfo mantener mi ritmo en cuanto me salgo del
típico polvo que echan con sus señoras y les hago que me
coman el coño, les propino una mamada en toda regla o les
pido que me la metan por el culo y después todos, casi por
regla general, una vez concluido el revolcón se quedan
dormidos como tostones mientras que yo me tengo que aliviar
sola.
En cuestión de tamaño no tengo ninguna preferencia. Siempre
me ha parecido una gilipollez la excesiva importancia que dan
los tíos al tamaño de su polla. Bueno, tal vez las prefiera algo
grandes, pero siempre que vengan acompañadas de alguien que
las sepa utilizar. Cierta vez estuve con un chico que tenia un
pollón descomunal, supongo que rondaría los treinta
centímetros, y el estaba pagadísimo de si mismo con semejante
vergajo, pero en el momento en que nos pusimos a follar el
chaval se movía con la misma gracia que un saco de garbanzos,
y lo mas memorable del asunto fue que, una vez se corrió,
aquella tranca momentos antes tan impresionante quedo
reducida a un colgajo miserere que daba risa verlo. No nos
engañemos, la diferencia entre una polla tiesa y esa misma
polla floja es evidente, pero yo nunca había visto tanta
disparidad entre un estado y otro de la misma polla, tal vez
debido al enorme contraste, así que el efecto fue cómico. Ni
que decir tiene que aquel machote, viendo la cara que yo ponía,
se cogió un mosqueo de cuidado y salio de mi casa dejando en
ella toda la autosuficiencia con que había entrado allí.
Por ultimo, en cuanto a clasificaciones y preferencias se
refiere, diré que me gustan los mas atrevidos, pero dentro de un
limite, claro esta. No tengo ningún reparo en practicar el sexo
oral, cualquiera de sus modalidades, el coito anal, e incluso he
llegado a citarme con dos hombres a un tiempo para después
llevármeles a la cama a los dos a la vez. También, en una
ocasión en que un contacto me dijo que le gustaría que su
mujer nos acompañara accedí, y el resultado fue un fabuloso
ménage à trois en el que ella y yo nos lo montamos mientras el
nos observaba masturbándose para acabar con el follándome
mientras yo le comía el coño a su mujer; pero de ahí a permitir
que un tío me mee encima, o que me pida que le pegue, o,
incluso, como me han pedido, que cague para que el luego se
lo coma, va un abismo. Tampoco me entusiasman los
tradicionales, los que con una mamada y un cohete urgente al
estilo misionero van arreglados y no les pidas mas, que te
miran con mal disimulado asombro, te dan una palmada en el
culo y te llaman “viciosilla” mientras tu te quedas con las
ganas. Que pereza…
Hoy ha venido a mi apartamento un tipo muy especial. Ha
entrado muy cohibido, y yo al principio me he quedado sin
saber que hacer, pero al momento se ha excitado de una
manera que yo raras veces había visto y, siendo de la clase de
hombres que no me gustan, he decidido darle una lección,
aunque al final no se quien a dado la lección a quien porque si
yo me he esforzado en llevarle hasta la taquicardia sentándome
encima de su polla y cabalgándole como pocas veces había
cabalgado a nadie, el me ha follado con una vorágine que ha
conseguido arrancarme cuatro orgasmos que me han dejado el
coño en un quiero y no puedo para después metérmela por el
culo con la misma intensidad y terminar corriéndose en mi
boca suplicándome que me lo tragara todo. El polvo ha sido de
los mejores que he echado en mi vida, pero el problema viene
ahora, porque no se que cara ponerle el domingo cuando me
siente a comer enfrente de el.
Félix García Fradejas.
Diciembre 2000.

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