jueves, 20 de octubre de 2011

¡¡¡COMED, HIJOS DE PUTA!!!

“El infierno son los demás”
J. P. Sartre.

Dos semanas llevaba ya Julio con un dolor de estomago
inhumano. Pero tenia que aguantar. Ya faltaba poco.
-¡Adiós, ceporro! ¿Ya vas pa’ casa? ¡Ja, ja!
Todos los dias era lo mismo. Desde que a los quince años
empezara a engordar desmesuradamente por un problema de
tiroides, ahora, a los veinticinco y con ciento sesenta kilos de
peso, era el blanco de las bromas de sus vecinos. Julio vivía en
una pequeña localidad costera de cuyo nombre no quiero
acordarme, y allí, entre humillaciones un día sí y un día
también, transcurría su vida.
-Julio -le decia preocupada su madre durante la cena- ¿Te
encuentras bien…? Llevas una temporada muy raro.
-Si, mama, me encuentro bien. Tengo un poco de dolor de
tripa, pero no es nada.
-Si te duele la barriga no tienes porque acabarte la cena. Dejala
ahí.
-No, mama. Me la tengo que terminar. Y no te preocupes, que
no me pasa nada.
-A ver si ahora que vienen las fiestas te vas a poner malo.
-Mucho que me importan a mí las fiestas. -dijo Julio con
dejadez.
A la mañana siguiente, después de haber pasado una noche
espantosa de retortijones de estomago, bajo ojeroso a dar una
vuelta entre el cachondeo general de sus paisanos que,
empezando ese dia las fiestas de su patron y muchos de ellos
ya cargados de vinazo, la tomaron con el como de costumbre.
-¡Julito! ¡Tragón! ¡Tú no vayas a la sardinada que nos quedas
en ayunas! ¡Ja, ja!
-¡Ni a mi peña! ¡Que nos quedas el barreño de la limonada a
verlas venir! ¡Ji, ji!
-¡Para llenar esa aldorga hace falta mucho momio! ¡Jo, jo!
Hacia tiempo ya que Julio había dejado de llorar por cosas de
esas, de modo que se dio la vuelta y se encaminó hacia su casa
intentando no escuchar los comentarios que se repetían y se
repetían…
Esa tarde apenas probo bocado; la primera vez en mucho
tiempo, porque apetito nunca le había faltado. El dolor le tenía
retorcido.
-¿Quieres que llame al medico, Julio? No puedes estar así. -su
madre estaba cada vez más disgustada.
-¡Estate tranquila, mama! Ya verás que pronto se me pasa -la
contesto Julio, sabiendo lo que decía- …si esta noche sigo así,
te prometo que vamos al médico.
Volvió a salir de casa a media tarde, caminando con mucha
dificultad, y se dirigió hacia la plaza mayor, dónde, por lo
visto, iban a llevar de atraccion un globo aerostático para que
se montase en él quién quisiese. Al verle, los festejantes se
afilaban el colmillo.
-¡¿Pero donde vas tu, tragaldabas?! -le vocearon- ¡Como
montes ahí eso no levanta un palmo del suelo! ¡Jo, jo!
-¡Primero si entra en el cesto! ¡Ji, ji!
Sin hacer ni puto caso espero estoicamente a que le llegase su
turno para montar. De cada viaje subían al globo unas quince
personas -la canasta era grande- y se elevaban hasta unos
cincuenta metros de altura para, después de pocos minutos,
volver a descender. A Julio le dejaron de los últimos para no
variar, pero después de mucho rato pudo subir él también. Esta
vez la mofa era mayúscula.
-¡¡¡Me apuesto mil duros a que no puede el globo!!! ¡¡¡Ja, ja,
ja!!!
-¡¡¡Como cuando esté arriba se caiga ya podemos echar a
correr!!! ¡¡¡Jo, jo, jo!!!
-¡¡¡Si se cae podemos traer una escopeta y jugamos al tiro al
cerdo!!! ¡¡¡Ju, ju, ju!!
-¡¡¡Suicídate, engendro bestial!!! ¡¡¡JA, JA, JA, JA, JA,JA,
JA!!!
El globo comenzó a elevarse. Diez metros. Que les den po'l
culo a los de abajo. Veinte metros. El dolor de tripa era
insoportable. Treinta metros. La vista era preciosa. El mar de
fondo, sobrecogedor. Cuarenta metros. Ya casi estaban. Había
valido la pena aguantar. Cincuenta metros. Por fin…
En cuanto el globo alcanzo su altura limite y se detuvo, Julio,
ante el estupor del resto de los pasajeros, se bajó los pantalones
hasta las rodillas y se encaramó en el borde de la canasta; una
vez allí asomó el culo al exterior y vació sobre sus
conciudadanos lo que durante mas de dos semanas había
soportado no evacuar -cerca de cuarenta kilos de mierda- esperando
ese momento.
-¡¡¡COMED, HIJOS DE PUTA!!! -les gritó desde lo alto.

Félix García Fradejas.
Marzo 2002.

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