lunes, 24 de octubre de 2011

VILLANCICO EN SEPIA (Basado en un sueño)

El cielo era el que se puede imaginar cualquiera que debe haber
en un desierto: sin una sola nube, no azul, sino de un
blanquecino enfermizo y con un sol también blanco y
abrasador. Pero el paisaje era irreal.
La arena no formaba dunas, sino que se extendía formando una
eterna superficie total y completamente plana, sin un solo
relieve, sin una sola elevación ni una sola hondonada, por
ínfimas que fueran, hasta el infinito. En cualquiera de sus
indefinidas direcciones. Y en la arena, un hombre.
Se hallaba tendido, boca arriba. Era un hombre
desmedidamente vasto y en igual desproporción enjuto, de pelo
y barba largos y rostro demacrado. Su cuerpo se encontraba en
estado de descomposición, poblado por millares de gusanos
que le devoraban, su abdomen y su caja torácica abiertos en
canal. Estaba vivo. Y cantaba.
Mientras las larvas consumían su cuerpo aquel hombre, como
si aquello no le causara ninguna afección, cantaba a viva voz.
Era un villancico compuesto por el, supuse, pues nunca le
había escuchado. En su semblante macilento no se apreciaba
muestra alguna de dolor, solo el esfuerzo por cantar mas alto.
De improviso arribo una multitud de fotógrafos que no hicieron
otra cosa que su función: fotografiar a aquel hombre.
Volvió su cabeza y me miro. Me dirigió una mirada inteligente,
viva, cómplice. Pareciendo adivinar mis pensamientos me
esclareció la razón de su proceder: “Mientras mi cuerpo le
devoran los gusanos, yo compongo villancicos para los que les
alimentaran”, me dijo, y siguió cantando. Yo no comprendí el
significado de sus palabras.
Al instante yo ya no me encontraba allí. Estaba en otro lugar,
una estancia, y tenia entre mis manos las fotografías de aquel
individuo, que yo contemplaba con vértigo. Eran unos retratos
en sepia, pero en ellos no se le veía cantando, sino con la
expresión de una agonía absoluta. En uno en particular miraba
al objetivo, y reconocí la misma mirada que me había
destinado a mi, pese a que el en ninguna ocasión se dirigió a
los fotógrafos. En ese momento volví a escuchar aquel
villancico mezclado con gritos de calvario, pero no dentro de mi
cabeza. Fuera.

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